O renovar o enginyar.
30.12.08
"Más vale ser un tirado en La Habana que rico en Santiago"
O renovar o enginyar.
24.12.08
--------------- - las paredes lisas están de moda. Andrea ya se lo hizo el año pasado y mira qué bonito queda.
me quieren. Me acurruco en ellas, en sus esquinas, y desaparezco.
Dulce ausencia.
23.12.08
a todo ese jazz. Pienso
en cuando te remueves en tu delgadez
y deseas que se deshaga el hielo de mis ojos. Pero,
qué pasos marcas
si el fondo crea tu contorno, si
de nuevo premeditado vuelve
tu cuento de hadas con rosa bajo la luz
marchita en el maletero, machista
película
------------ -mi infancia-
aprendí a cantarle a mi ángel de la guarda
dulce compañía, no me dejes sola
ni de noche ni de día; jesusito de mi vida
que no eres pobre ni negro ni socialista ni pagas intereses
por eso eres niño como yo
por eso te quiero tanto que te doy mi corazón
tuyo es mío no, tómalo, tórnalo
casto y puro, tuyo es, quítale
el ritmo la sangre la sexualidad la respuesta
a guiños, sonrisas, gestos,
tómalo, tuyo es mío no, vuélveme
devota en el infierno egoísta malpensada impasible
al jazz
y a la calidez de sus brazos. Tuyo es
mío no.
19.12.08
Alicia Bajo Cero
En el orden internacional, la hegemonía del capitalismo imperialista no sólo está contribuyendo a la miseria y muerte de sectores cada vez más terriblemente amplios de la población y a la destrucción irreversible del medio ambiente sino que ha promulgado —bajo el espejismo del estado de bienestar y la defensa a ultranza, fundamentalista, del confort privado— la difusión masiva de la corrupción política y un individualismo sin reparos. Este marco ideológico ha encontrado su más propicio aliado en una supuesta postmodernidad cuyas principales proclamas vienen a ser la amnesia histórica —la propia noción de historia parece haber perdido relevancia—, el rechazo de todo criterio ético o moral y el más impasible y frívolo de los pragmatismos. Las descaradas invasiones militares han aprendido a sublimarse —que no a desaparecer— en forma de colonización informativa y cultural, de manera que el invadido puede ahora serlo libremente, por propia opción, mediante un cotidiano gesto de entretenido zapping.
17.12.08
Los coches aparcados frente a la vía
parecen fieras desafiantes
desde el tranvía.
Los tacones hacían parecer a su paso algo firme. Pero mucho más allá del sonido, sólo un poco más arriba del suelo, Julia guardaba su mp3 en el bolsillo interno de la chaqueta mientras se acercaba a la parada del tranvía. No es que temiera a los gitanos que solían rondar por ese barrio; era por seguridad.
En el banco de la parada había un chico sentado. Tenía las manos apoyadas al lado de sus muslos, como si fuera a darse impulso de un momento a otro y saltar hacia una nueva empresa de maleante andante. El chico miró a Julia y Julia tuvo la idea de sentarse, ella y su paso firme, encima de él y comprobar la calidad de reacción del chico. Pero se abstuvo y, finalmente, se sentó al lado.
El banco se meneaba debido al nervioso tiriteo de las piernas del chico. El ruidoso ambiente al que Julia se había acostumbrado para leer se turbaba por los constantes escupitajos que él mandaba al suelo. Julia no lo soportaba. Debía leer las “60 respuestas a las 60 preguntas de los escritores noveles” para, entre otras, no llegar a casa y escribir mierdas como esta. Quería tener imaginación y una morbosidad (que no curiosidad) limitada. Realmente, rebuscar en el correo de su novio algún indicio de aventura de cualquier índole y que no fuera por ella, sino por su creatividad, evidenciaba muchas cosas.
10.12.08
- Me parece que hay que advertir al pueblo de que tiene que morir.
- No vas a hacerles muy felices.
- ¿Y por qué demonios hay que tratar siempre de alegrar a la gente? También conviene asustarla de vez en cuando...
- Cerrarán los ojos y no verán tus pinturas.
- Tranquilo que las mirarán, una calavera resulta mucho más interesante que una doncella desnuda.
- Si tú les metes miedo...
- Reflexionan.
- ¿Y si reflexionan?
- Les entra mucho más miedo.
- Y se arrojan en brazos de los curas.
- Eso no es cuenta mía.
El séptimo sello (Ingmar Bergman)