29.8.10
atardecer
28.8.10
Julian Assage
Un adelanto:
"La gente en Irak, la gente en Afganistán, ellos no necesitan ver el video. Ellos lo ven todos los días. El video no va a cambiar su opinión o percepción. Cambiará la opinión y percepción de la gente que está pagando para que el video no salga a la luz. Y esa es nuestra esperanza".
"Los hombres competentes no crean víctimas, cuidan de ellas. Y yo soy una persona combativa y no se me da bien cuidar, así que de alguna manera vigilar a los responsables criminales es cuidar de las víctimas."
24.8.10
Insomnio
Vuelve el insomnio, las horas muertas, el desierto sin mar. Vuelven los posos de café, True Blood, la desidia, la desconfianza, el caparazón. Vuelven como de puntillas, sin llamar a la puerta, colándose entre las sábanas. Todos. Vuelven todos menos las golondrinas, que, aunque oscuras, no son malas; y prueba de ello es que las oscuras golondrinas, a diferencia de los dragones de garganta o las serpientes estomacales, se agazapan tras el marco de la puerta, asomando siquiera una pluma, mientras protegen sus nidos medio temblando por miedo a que les pegue un tiro. Pobrecitas, todavía me pregunto por qué incluso lo intentaron.
21.8.10
19.8.10
eeeoooo...
Yo estaba allí sentada, sin mucha más aura que el humo del puro que Vicente fumaba y sin mucho más interés que el que me suscitaban los champiñones crudos de la ensalada. Ellos hablaban desde los sofás sobre la empresa, de que era mejor crear una Sociedad Anónima que una Sociedad Limitada porque claro, luego se podría unir David al negocio. Y a David lo necesitaban, porque era Dive Master. Yo pregunté, aprovechando un silencio de-intercambio-de-interlocutor, que cómo es posible que un no-socio, alguien que no ha puesto dinero en un principio para la creación de la empresa, pudiera entrar en la Sociedad Anónima. ¿Por qué no le contratáis y ya está? Pero el humo del puro vaciaba mi voz; tanto, que al parecer se disolvió con él. No me hicieron ni puto caso. Eeeeooooooo... Como hilo musical, ruido en la emisión más bien, el niño berreaba en los brazos de Puri, esposísima de Vicente. La técnica de combate masculina –fumar el puro– tampoco era un antídoto eficaz contra la juventud del retoño: el humo no mellaba las cuerdas vocales del berreador, así que su madre le llevó a la cuna, porque hay que dejarles llorar solos, que así aprenden. Ella intentaba darme conversación, algo así como acoplarse al plano que le corresponde, porque esas cosas de hombres y puros no eran de su incumbencia. Pero se le olvidaba que yo sólo tenía diecisiete y ningún hijo, no me gustaban los champiñones crudos y detestaba hablar de la decoración de la casa como un fin en sí mismo. Cuando hablas de la decoración es que pasas demasiado tiempo en casa, es algo lógico, y a mí, además de rehuirlo por cuestiones morales, me aburre soberanamente.
Pero Que no me olvide, me decían sus ojos de madre agobiada y mujer resignada, que no me olvide de que yo había ido en calidad de. Por/ de parte de/ gracias a? el pescatero de manos grandes y cuerpo pequeño que estaba ahí sentado, dándome la espalda, olvidándome en el tumulto de manteles de flores y chupetes esterilizados. Pero aún así yo entendía a Puri: había irrumpido en su hogar de pies de barro con una juventud que sólo les recordaba la pérdida, y eso jodía, jodía que ni siquiera intentara acoplarme al ambiente: ¡qué desfachatez! Esta niña, esta Lolita, esta... Pero, ¡oigan, escuchen ustedes! ¿Ni siquiera la diferencia de edad suponía un cambio cualitativo en ese tipo de ordenación parejil? Te invito a ti, y a tu señora o novia o hija o muñeca hinchable, ¡qué más da, mientras se siente y se calle! Ay, el mundo adulto se presentaba peor cuanto más cerca estaba.
Que no, que no sabía cómo actuar condescendientemente ni tenía interés en saberlo, y además me aburría la situación y me agobiaba la cara de ojeras y muecas de Puri, y el barrigón de Vicente, siempre inmóvil mientras decía ¡trae unas papitas!, y la indiferencia del pescatero, que de repente no era nada mío, porque yo ya había aprendido drásticamente que dos cuerpos se unen una noche sin que eso suponga que al día siguiente se reconozcan.
Frente a las situaciones que me aburren me pongo nerviosa, dejo de escuchar el sonido ambiente y me enzarzo en pensamientos que muchas veces llegan a un fin destructivo. Para los demás, claro, no para mí. Que no era una Lolita seductora ni una Lulú sumisa ni una enamoradiza Betty Blue; que no Puri, que me callo para que no me pidáis que calle, que tus ojos me apenan, y que si me aburro me voy. Así que me voy, me voy. Que en todo caso yo soy Anna Planeta, patronando un barco marxista por el Sena; o un hard candy, maltratándote psicológicamente; y me llamo Patricia, y te asesino a ti, Belmondo, pobre enamorado, en medio de la avenida. No, no quiero esperar a que termines. Me voy andando a casa, y que te vaya bonito, que hay demasiados cuerpos errantes en la noche como para encerrar el mío en convenciones y tópicos manidos.
15.8.10
El jardinero fiel
Yo quiero ser como Tessa: tocapelotas. Y nunca mejor dicho, ya que la película retrata sutilmente un mundo cínico y cruel cuyos principales protagonistas son, casualmente, hombres. Un detalle que se refuerza con la perseverancia de la protagonista y otras luchadoras que, discretamente y sin que ello suponga un paradigma o un fin en sí mismo en la película, son mujeres. No es que crea en el feminismo de la diferencia, pero this is a men's world, que dice James Brown con esa voz tan bonita y sin intención de alegar nada en contra; este nuestro mundo occidental tiene techos de cristal y más mujeres respetadas por con quién se han acostado que por su trabajo; y todo eso, oye pues carga, así que mi declaración de intenciones de hoy es que me encantaría ser como Tessa: tocapelotas. Y que duela.