Cuando decimos que un reloj hace tic-tac, sostiene Kermode, estamos otorgando al ruido una estructura ficcional, que diferencia entre dos sonidos que, físicamente, son iguales, de modo que tic sea un principio y tac sea un final. Oímos en realidad tic-tic, así que el tic-tac del reloj sería el modelo de lo que llamamos trama, una estructuración que da forma al tiempo y así lo humaniza. (Tac-tic sería en cambio la trama del Ulises, de Joyce, añade Kermode, no sin humor).
(...). Llegado a este punto, veo la sombra del fin avanzar sobre estas líneas. Adoro la continuidad, pero ella no me quiere a mí. Debo acabar y, por tanto, trazar el sentido que le doy a mi mundo, o al mundo de este artículo, y digo, así a bote pronto, que lo mejor será abrir los ojos y contemplar el desorden. Tac-tic. No se trata de un desorden que quepa comprender. Propongo que lo dejemos entrar porque es la verdad. Propongo un ventanal abierto. Que entre el desorden en la continuidad.
Y... sí, huelga.
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