4.1.11

Ya es tarde para no haber comido langostinos

- Lo siento, sólo se presta hasta las dos y media.

Era una tarde tonta y caliente, de esas que te quema el sol la frente, pero no era verano y tampoco hacía sol. Una salsa de langostinos hecha cinco días antes -de hecho, hecha el año pasado, por seguir la broma fácil- clamaba al cielo desde mi estómago. Intentaba regurgitar. Me llevé una gran desilusión al ver que no podía llevarme a casa un libro sobre dramas televisivos americanos. Ya había visto la primera temporada de El Ala Oeste de al Casa Blanca y urgía en deseos de ver la segunda, lo cual no era muy buena idea teniendo en cuenta que tanto trabajos como exámenes arañaban su ausencia en mi agenda y el tiempo empezaba a estrangularme (qué poético, pero recordad los langostinos). Ese libro era mi única posibilidad de encauzar el trabajo sobre la serie de alguna manera medianamente lógica alejada de la tentación de enumerar frases lapidarias de Toby Ziegler (“Ahora el mundo se mueve cambiando unas palabras”).

Mi resumen-recensióncrítica-copypaste sobre The West Wing debía estar terminado esa misma noche. Así me lo impuse. A lo Trichet (Vaya, otra broma fácil, perdonad: ha debido de ser la Nochevieja). La solución estaba por fotocopiar el capítulo, como cuando era joven y superaba el cupo de libros permitidos para préstamo. Desde que descubrí Google Books y me resigné a obviar ciertas páginas porque seguro que no pone nada interesante, esos tiempos ya pasaron. Además, ahora tiendo a comprarme los libros. En mi defensa también diré que llevaba uno llamado (es necesario poner el nombre y pronto sabréis por qué) The Nature of Origins of Mass Opinion (ya sabéis por qué). Pero los capítulos eran largos, requerían muchas fotocopias y el hecho de que estuviera en inglés hacía que temiera a la españolita que llevo dentro.

Me dirijo a la fotocopiadora mientras alcanzo el monedero en mi bolsillo. La fotocopiadora no abre porque está demasiado pegada a la pared. No me apetece moverla. Recordad los langostinos. Descubro que la de al lado se comporta mucho mejor conmigo y que yo estoy a favor de la meritocracia en cuanto a aparatos se refiere. Solucionado esto, me doy cuenta de que no tengo calderilla, sólo una moneda de un euro. Estoy tentada de contar las páginas que he de fotocopiar, pero resuelvo que seguro que valen menos de un euro y, por tanto, necesito cambio. Alzo la vista.

La vista alzada caza a dos personas que esperan al ascensor. La vista guía a las piernas y se imagina a la boca moverse:

- Perdonad, ¿tenéis cambio de un euro?

Cara alargada, ojos verdes, piel insípida; se daba un aire al creador de Facebook, cuyas pecas podemos contar gracias a la revista Time. Me hubiera gustado más ver en esa portada a Julian Assange con su pelo blanco al estilo miabuela, pero en fin.

Su acompañante tenía el pelo largo, vestía como alguien que estudia Derecho y miraba como alguien que estudia Económicas. Hizo un ademán con el bolso pero ni siquiera lo abrió. Me planteé ampliar mi sistema de selección de fotocopiadoras a las personas y por un momento me satisfizo. Me centré en mini Zuckerberg.

Insípido sin pecas (contando monedas): um... tengo ochenta céntimos. Si te sirve...

Langostinospresentes (abro los ojos: pues qué morro, vaya, y te quedas veinte céntimos, con veinte céntimos hago cuatro fotocopias, joder, si hubiera contado las páginas podría saber si me conviene perder veinte por no perder cuarenta, ummm... pues no te voy a contestar a eso, creo que está claro, vamos, que si no tienes pues nada...).

Insípido sin pecas (ante la atenta mirada de su compañera y mi silencio): bueno, o mira, da igual, ¿cuánto necesitas? Te doy lo que necesites y ya está, no me importa...

Langostinospresentes (apresurada): bueno, hombre, pues... no, claro, para eso te lo doy yo, que ya que me haces el favor... jeje, encima me das dinero, pues bueno, venga toma el euro y ya está, así mejor, venga, ¡gracias! (La atenta mirada se posa sobre mí: definitivamente estudia Económicas y, claramente, piensa que soy gilipollas).


Me dirigí a la fotocopiadora de nuevo, tomando consciencia de que llevaba dos libros bajo el brazo y de que el pasillo estaba lleno de gente. Pieles insípidas a las que preguntar si tenían dos monedas de cincuenta céntimos. Pero ya era tarde, a veces no es tarde por condición temporal sino anímica: hagamos, vista, langostinos, professor Zoller; hagamos entre todos un pacto para no girarnos y sentir la risa ajena como bofetadas en nuestra dignidad. Somos gilipollas, y el plural inclusivo nos ayuda a asimilarlo. Bien. Ahora, centrémonos en la máquina.

Eché treinta céntimos que obviamente no fueron suficientes para terminar de fotocopiar el capítulo requerido y terminé fotocopiando algunas páginas en inglés de Zoller para terminar los cuarenta céntimos de más; páginas que posiblemente servirán de papel regalo reciclado. Qué dramático es todo. Pero, ah, recuerden los langostinos. A veces es tarde incluso para comenzar un trabajo.

5 comentarios:

Lola Miau dijo...

Cara alargada, ojos verdes, piel "se daba un aire al creador de Facebook, cuyas pecas podemos contar gracias a la revista Time. Me hubiera gustado más ver en esa portada a Julian Assange con su pelo blanco al estilo miabuela, pero en fin.
Su acompañante tenía el pelo largo, vestía como alguien que estudia Derecho y miraba como alguien que estudia Económicas"

Mayka, GENIAL.
Me ha encantado!

PD: piplas

Mayka dijo...

Yo ya sé que te chifla la cotidianeidad, ja!

:)

(hingst)

poplolipop dijo...

lo que me chifla es tu estilo, petarda :)

(teraess)

Anónimo dijo...

No está nada mal, con buen ritmo y además bastante divertido. Espero no ser una de tus víctimas en los días que me quedan en la biblio.

Mayka dijo...

Gracias, Anónimo. Y tranquilo, que ya ves que a mis víctimas las trato bien, les doy dinero y eso a cambio de un poco de onanismo literario. (Además, creo que sé quién eres, muahjaja! :))