Hace unos días pedía consejo a la señorita Poplolipop sobre asuntos banales y nada interesantes para lo que nos ocupa, que fueron a desembocar al tema de la dignidad, éste sí, de relevancia suprema. ¿Y qué pasará con mi dignidad si hago ésto o aquéllo?, preguntaba yo entre melífluas lamentaciones hasta que ella, en un ácido arrebato que le agradeceré siempre, cortó en seco:
- ¿Dignidad? ¿Pero es que no sabes que todos llevamos un cagallón dentro? ¿Te crees que eso es digno?
- ¿Te refieres a que todos tenemos una semilla del miedo en nuestro interior?
- ¿Te refieres a que todos tenemos una semilla del miedo en nuestro interior?
- Mierda, cielo, me refiero a La Mierda. Todas y todos llevamos una gran mierda en nuestro intestino, en todo momento. Nadie tiene dignidad.
El tema escatológico volvió a mí en todo su esplendor justo ayer, cuando un libro de Antonin Artaud brilló entre la sección de ofertas de poesía de la librería París-Valencia. Al abrirlo, no pude más que soltar una carcajada en honor a Lola. Había surgido una bonita amistad transhistórica entre un surrealista y una filósofa de la cotidianeidad.
LA BÚSQUEDA DE LA FECALIDAD
Allí donde huele a mierda
huele a ser.
El hombre hubiera podido muy bien no cagar,
no abrir el bolsillo anal,
pero eligió cagar
como hubiera elegido vivir
en vez de aceptar vivir muerto.
Para no hacer caca,
tendría que haber consentido
no ser,
sin embargo, no se decidió a perder
...........................el ser,
es decir, a morir viviendo.
Hay en la existencia
algo particularmente tentador
...........................para el hombre
y ese algo es
...........................LA CACA
...........................(aquí, rugido)
(...)
Dios ¿es un ser?
Si lo es, es la mierda.
Si no lo es
no existe.
O bien sólo existe
como el vacío que avanza con todas
sus formas
y cuya representación más perfecta
es la marcha de un grupo incalculable de
ladillas.
Bien. Ahora, si me permitís, me siento en la obligación, por respeto a Artaud, de contextualizar este poema. El libro en cuestión se llama "Para terminar con el juicio de dios y otros poemas", de la colección que la Editorial MCA denominó -con cierta sorna- "La nave de los locos", y recoge el guión (guión-poemas) que Artaud escribió para un programa de la radio francesa que nunca llegó a emitirse porque el director se escandalizó debido a la virulencia del lenguaje.
Cierto es que Artaud recuerda a estos personajes irreverentes en plan Cela, con su denominación al Cervantes (que un año más tarde recibiría gustosamente) como un premio "cubierto de mierda"; u otros tantos que se cagaban en todo. Pero lo de Artaud no eran, simplemente, ganas de despreciar.
Todos deben comprender
que estamos hasta la coronilla de la su-
ciedad
tanto física como fisológica
y desear
un cambio
corporal
de fondo
Hay en realidad toda una alegoría política -cómo no! ya estamos otra vez!- en su imaginario escatológico-corporal. Artaud contempla en todo momento un "afuera" y un "adentro" que tienen como límites simbólicos el cuerpo humano, que sería el campo de batalla de una guerra que, aunque individual, es social. Guerra convertida en locura. Locura que, como dice Alberto Drazul en el prólogo del libro antes mencionado, "es un esfínter que descarga mierda". La excreción vuelve a nosotras, así que lo que cabe preguntarse finalmente es ¿y qué es la mierda?
Hay que tener aquí en cuenta que Artaud, polifacético, trabajó muy a fondo con el teatro, siendo el fundador de las principales ideas del teatro de la crueldad. Para él, el teatro era la vida en tanto que recreaba una sociedad cuya presencia sí tenía trascendencia. Artaud no creía ya en los sistemas ni en las posiciones intelectuales; contemplaba la vida, por tanto, como un espectáculo sin explicación. Puede que lo más representativo de esta creencia fuera que contribuyera en las ideas esenciales del Manifiesto Surrealista de su amigo André Breton.
Cuando hablamos de "la vida", nos referimos, obviamente, a la vida burguesa: la cultura occidental (se fue a México para vivir con indígenas y experimentar con el peyote) y su pensamiento insensato, privado de sentido e incompresible. Para Artaud los locos son ellos, que convierten todo en espectáculo, incluso a las personas (nuestro amigo estuvo nueve años en tratamiento psiquiátrico, y su historia me recuerda tristemente a la de Leopoldo María Panero, a cuyas presentaciones de libros acuden las personas como un público esperando que el elefante levante la trompa).
Es probable, por tanto, que Antonín relacionara íntimamente su idea de Mierda con los postulados de la vida burguesa; y que la locura fuera para él un nuevo estado en el que no hay adentro ni afuera, y en el que la verdad habla. Si la idea despoja al cuerpo, el cuerpo deja de ser un espectáculo.
Es cierto que Artaud quería, claramente, provocar. Pero eso no quita para que, tras el primer impacto (en cierta manera hablar sobre la mierda en un poema sigue los principios del teatro de la crueldad), haya una de-uncia clara a aspectos específicos de la sociedad pequeño-burguesa y al capitalismo americano: "Es una innnovable victoria la obtenida por la religión, la sociedad y la ciencia sobre la conciencia humana al llevarla en un momento dado a abandonar su cuerpo". Su patetismo respecto a la sociedad hace que su propuesta más sincera sea volver al terreno corporal, guerrear en él y, después, soltar toda la mierda en forma de purga espiritual. El guión que escribió para la radio refleja, de alguna manera, ese propósito. De él, y con esto me despido, escribió:
Cuando hablamos de "la vida", nos referimos, obviamente, a la vida burguesa: la cultura occidental (se fue a México para vivir con indígenas y experimentar con el peyote) y su pensamiento insensato, privado de sentido e incompresible. Para Artaud los locos son ellos, que convierten todo en espectáculo, incluso a las personas (nuestro amigo estuvo nueve años en tratamiento psiquiátrico, y su historia me recuerda tristemente a la de Leopoldo María Panero, a cuyas presentaciones de libros acuden las personas como un público esperando que el elefante levante la trompa).
Es probable, por tanto, que Antonín relacionara íntimamente su idea de Mierda con los postulados de la vida burguesa; y que la locura fuera para él un nuevo estado en el que no hay adentro ni afuera, y en el que la verdad habla. Si la idea despoja al cuerpo, el cuerpo deja de ser un espectáculo.
Es cierto que Artaud quería, claramente, provocar. Pero eso no quita para que, tras el primer impacto (en cierta manera hablar sobre la mierda en un poema sigue los principios del teatro de la crueldad), haya una de-uncia clara a aspectos específicos de la sociedad pequeño-burguesa y al capitalismo americano: "Es una innnovable victoria la obtenida por la religión, la sociedad y la ciencia sobre la conciencia humana al llevarla en un momento dado a abandonar su cuerpo". Su patetismo respecto a la sociedad hace que su propuesta más sincera sea volver al terreno corporal, guerrear en él y, después, soltar toda la mierda en forma de purga espiritual. El guión que escribió para la radio refleja, de alguna manera, ese propósito. De él, y con esto me despido, escribió:
(...)
quería una obra nueva, que apresara
algunos puntos orgánicos de vida, una obra
en la que uno sienta todo el sistema nervioso
iluminado como en el fotóforo
con vibraciones
consonancias
que inviten
al hombre
a salir
con
su cuerpo
(...)
4 comentarios:
¡He aquí la única poesía que me parece honesta, Mme Mayka!
Ay ay ay... lo que llega a dar de sí un cagallón... filosofía escatológica aplicada pulcramente a la vida cotidiana!
herwuf
bien por el legado de antonín.
me gratifica recordar sus textos ahora, mientras leo el tuyo.
saludos.
Emiliano: me alegro de que la entrada sea de utilidad, a mí realmente me sorprendió mucho encontrar un libro así y me parece muy original su imaginario. Como al Poeta de M., pero qué iba a decir él, con ese apellido... ;)
Muchas gracias por los comentarios,
Un saludo!
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