21.2.10

Harmony

Algunas te dan placer, pero no todas. Te pueden dar pánico o hacerte sentir una angustia insoportable. Yo no soy un adicto, Hache. Digo que soy un adicto para escandalizar a los pacatos, pero no es verdad. Me apasionan las drogas, he probado todas las que he podido conseguir. ¡Coño! Me fui a México nada más que para conocer el peyote; pero nunca lo he hecho para buscar el placer o para ser feliz o para no afrontar la vida. Las drogas son maravillosas porque te abren la mente, te hacen comprobar que la verdad no existe, que todo es relativo. La droga te da otra visión, otra dimensión, te hace ver que nada es lo que parece, que nada es. La única realidad es tu realidad y será lo que tú seas capaz de ver. Cuando te llegue el momento de probarlas no tengas miedo: eres un lúcido, eres inteligente, tienes el deber de hacerlo. Eso sí, no pierdas nunca el control. Mientras tú las controles no hay peligro, que no te controlen ellas a ti. Yo estuve enganchado con el caballo, con la heroína, y por poco no salgo. Lo dejé todo, me fui de Madrid, pasé seis meses en el infierno, pero pude salir: la mayoría no sale. Si te ofrecen, porque te van a ofrecer, ni se te ocurra aceptar, la mezclan con cualquier cosa, puedes palmar en un segundo. Si quieres probarla, lo harás conmigo, pero sería mejor si no lo hicieras... es demasiado buena.

Dante en "Martín (Hache)", de Adolfo Aristarain.

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Todo empezó con el eco. Un sólo chasquido de dedos llenaba todos los rincones de la habitación, por no hablar de mi voz. El sonido estéreo metalizado y amplificado me hacía sentir que definitivamente poseía el cuarto. A veces no éramos nada, humo dentro de las cuatro paredes; y otras, representábamos lo más lujoso que había existido nunca: entre tanto desorden, nuestra piel era extremadamente fina, y tocarla era hundir el dedo en una caja de sorpresas repleta de sensaciones que, seguro, ni siquiera tú sabías que existían. Puede que no te dieras cuenta, pero estuve aproximadamente una hora jugando con tus texturas: la barba incipiente, la piel del cuello -tan fina y elástica- los labios húmedos y suaves, tu nariz esponjosa. Eras un objeto para mí; y lo más real que había tocado nunca.

Luego, cuando me penetrabas, hablar de sinestesia no abarcaría ni la mitad de cosas que experimentaba mi cerebro. Hay que follarse a las mentes. Las imágenes venían como nubes en días de lluvia: eran irremediables, y excitantemente determinantes de todo lo que me transmitía el calor. Una pradera, hojas de hierba: yo canto al cuerpo eléctrico y huelo frescura en toda la condensación que respiramos. El eco está en mi cabeza, ahora lo veo claro. Yo no poseo la habitación, ni tu cuerpo, ni siquiera esa tímida caricia en tu espalda. Nada es mío. Pero puedo repetirlo cuantas veces quiera. “Reproductibilidad”: la capacidad para reproducir: re-producir (volver a crear). Imagina todas esas ventajas de la reproducción técnica multiplicadas por mil. Imagina que puedes congelar lo que sientes dentro de mí, los saltos en la hierba prohibida de aquel château, y luego dibujar esa frescura en una libreta, y en mi cara, y en mi pecho, y luego fotografiarlo. Te digo que Benjamin subestimó nuestra capacidad. Fóllate a mi mente y lo comprobarás.


Foto: Marc D.A.

14.2.10



A las cinco de la mañana sólo hay silencio me atrevo a decir
que hasta el último poste de la ciudad sueña carnaval
para compensar la inactividad en la calle,

los niños -oh infancia- ya no tiran bolas de nieve
a mis proyectos finos descuidados de puntas abiertas
y Silvio Rodríguez aúlla compañeros El País
dice que un anarquista murió
mientras diseñaba su última colección para la pasarela de Milán,

lo que prueba: a las cinco
sólo hay extravangancias impotentes
la calefacción tan alta y esta quietud angosta esta falta de ruido que pincha y todo
cuelga
como la bolsita de té usadísima
y sorprendentemente melómana,
que bucea rítmicamente siguiendo al dedo que tira y dice
ven,
ven,

que estos brebajes
no son para una señorita como tú

ven,
venga,
estás perdiéndote sábados y continentes,
vente
que sólo necesitas dos mudas,
que podemos comer algo por el camino,
que todo seguirá igual cuando vuelvas,

que,
igualmente,
con tanto movimiento nunca podrás hacer un hueco en el sillón
para todas tus idas
y caídas.





Foto: M. de Castro

PERversión



"¡Péguy es alucinante!", dijo el editor con ímpetu. ¡Y Sade! ¡Sade! ¡Sobre todo, lea a Sade!".

- Mi texto sobre la familia...

- Sí, también está muy bien. Es bueno que sea usted reaccionario. Todos los grandes escritores son reaccionarios. Balzac, Flaubert, Baudelaire, Dostoievski,todos reaccionarios. Pero también hay que follar, ¿eh? Hay que desmelenarse. Es importante.

Las partículas elementales*. Houellebecq


* Creo que es el único fragmento que me ha hecho gracia de todo el libro.

5.2.10

antigua presentación

holaesmicumpleaños y brindo
por los que piden más con el plato lleno y
conservan; porque yo no sé hacerlo y así me va sólo bebo
espuma de cerveza para olvidar
al hombre de tanta memoria como olvido. No sé
recortar palabras porque no sé formar sentidos.
El tiempo en la muñeca, tic crac, ideas empotradas
en juntas de baldosas. Familia enterrada junto al oro negro,
trencé mi nombre en las estrellas para encontrar
un lugar en lo alto, respéteme, vivo las noches entre escombros,
estoy desnuda en este bar, como estas letras,
brindo por mi cumpleaños, mi
veinte cumpleaños hasta que me echen.
(...)
Brindo por las trenzas de cuatro
que las parejas hacen de sus brazos,
brindo por los masajes en la nieve, por la blancura
de las sábanas, brindo
sola
y miro
afuera.
Porque fuera,
el agua se refleja en las paredes como una película interminable.
Porque vivimos en islas,
pequeñas islitas que nos separan y obligan
a ignorar el frío y mojarnos los pies
si es que queremos llegar
alguna vez
a tocarnos.