28.11.10

Legend: seducción, revolución y fracaso. La versión infantil de Bertolucci

Es un mundo esto de las conexiones mentales. Me refiero a cuando te tocas la nariz frente al cartel del próximo concierto de Luis Miguel y te viene a la mente, como atraído por una lógica aberrante, el capítulo que te dejaste por leer de ese libro tan denso sobre teoría política; o cuando llegas a la nueva casa de un amigo y sientes que en realidad has vuelto a la casa de tu tía de Alicante, con la que veraneábais cuando eras pequeña.

Bueno, ya sabéis a lo que me refiero. El caso es que una de esas raras conexiones mentales es la culpable de esta entrada. Yo escuchaba esta música y entonces, posiblemente gracias a la sospechosa atracción que me crean los primeros acordes, he recordado el baile con el que la Oscuridad -así, a palo seco- seduce a la princesa Lili en la maravillosa película Legend, dirigida por Ridley Scott y protagonizada por un jovencísimo (tiene incluso cara tonto, o tonto-joven por si alguien considera que la sigue teniendo) Tom Cruise.

La escena es inquietante y original a la hora de mostrar la seducción del mundo del Mal, más por el tratamiento escénico que por la idea en sí. El contexto dentro de la película es el siguiente: el Señor de la Oscuridad (Mr. Darkness) desea a la princesa Lili y pide consejo a su padre, quien le dice que lo que le atrae tanto es la pureza de su alma, por lo tendrá que cortejarla para que ella libremente vaya hacia él y sea "uno de los suyos". Woo her (voz de ultratumba).


(Por cuestiones que no llego a comprender muy bien, Scott hizo dos versiones distintas para públicos taaan diferentes como lo son el europeo y el estadounidense. Uno de los cambios es la banda sonora, que mientras para la versión europea estaba dirigida por Jerry Goldsmith, para los EE.UU. intervino Tangerine Dream. A mí personalmente me gusta más la versión europea: es más moderada, pero a la vez la encuentro más agresiva, con menos florituras. Exagerando, es como si le pidieras a Kubrick que cambiara esos cuatro exasperantes y enigmáticos acordes de Eyes Wide Shut por una danza orquestral: pues no).


Volver a las películas de la infancia es algo que cada vez me gusta más. Ya hice una seña en clave de humor a Labirynth, en la que un ambiguo David Bowie canta y baila rodeado de muñecos de trapo en su mundo de Goblins. Ambas películas (Labirynth, '86, y Legend, '85) tienen en común algunos aspectos, aparte del más evidente que es que forman parte de esa oleada de pelis infantiles con gnomos, hadas, ogros, elfos y muñecos de trapo en general articulados en una narración en la que cualquier magia vale (El cristal oscuro, '82; La historia interminable, '84...). Concretamente, uno de los aspectos en común es que El Malo se enamora de La Chica -es decir, se humaniza al que se supone que, oh, no tiene corazón- e intenta seducirla mediante, a falta de benzodiacepina que echar a la bebida, El Baile. A ninguno de los dos les funciona, pero lo intentan hasta el fracaso.

Pero no me voy a extender explicando un argumento que per se no tiene interés. Ésta es una película con una trama para niños y niñas y una puesta escena para adultas y adultos. No sólo por los juegos de iluminación, la caracterización -bestial, y nunca mejor dicho, en el caso de Mr. Darkness- de los personajes y la belleza de la fotografía, sino por algunas partes del guión. Sobre todo, y reconozco que ésta es una revisión que se halla condicionada por los videos de Youtube, durante la conversación que Lili tiene con El señor de la oscuridad, tras haberse dejado seducir por los regalos del Mal (ropa y joyas: cause we are living in a material world and I'm a material girl).

A mí de pequeña me daba mucho miedo el poderoso señor de la Oscuridad. Tim Curry se ganó a pulso los aplausos que merecía su risa malévola, rictus que luego repetiría en el también espeluznante papel de It.


Hay que percatarse del truco del almendruco que el Señor de la Oscuridad intenta con Lili (también es normal, con ese nombre ¿quién no va a pensar que es tonta?). Ella le reprocha que le ha robado sus sueños al convertirla en la "señora de la Oscuridad". A lo que él contesta:

"Todo ha cambiado, lady. Los sueños de la juventud son los arrepentimientos de la madurez. Los sueños son mi especialidad: a través de los sueños puedo influenciar a la humanidad. Mi sueño es una eternidad contigo".

Bien, tenemos aquí cuatro aserciones:

1. Todo ha cambiado

2. Los sueños van de la mano de la juventud y se contraponen a la madurez. Ella representa el idealismo y él, el realismo.

3. Los sueños son una debilidad del ser humano que el Mal aprovecha. A través del idealismo, el Mal influencia al género humano. El idealismo conlleva hacer cosas mal y desemboca necesariamente en el arrepentimiento en la madurez.

4. Mr. Darkness también tiene sueños.

Bien, ahora vayamos a las lecturas. La subyacente al entramado de la historia sería que el infierno es un lugar intrínseco al ser humano, parte natural de la evolución ideológico-mental a la que todos llegamos cuando en la madurez hemos perdido la ilusión por las cosas. Una visión muy pesimista, sí. Además de política, porque, ¿no es esta teoría aplicable a las evoluciones político-ideológicas de personajes como Pío Moa, Consuelo Císcar, Losantos...? ¿No responde a la máxima de que cuando una se hace mayor, se asienta y se va pal centro-derecha del sillón? Por no hablar de que la Madurez (realismo) seduce a la Juventud (idealismo) con ropa y joyas. ¿Nos quiere decir Scott que la vida material es en realidad una gangrena para los sueños, para las ilusiones por cambiar algo? Cause we are living in a material world and I'm a material girl. Está claro que sí.

La lógica conclusiva de las aserciones 2 y 3 se contrapone a la de las aserciones 1 y 4. Seguro que en Lógica esto tiene alguna formulita, pero no estoy muy ducha en ello. El caso es que el truco de Mr. Darkness es mostrarse él también como humano. La cuestión es: ¿es verdad o es sólo una artimaña para llevarse a Lili finalmente a su terreno?

Le dice: "ey, yo también tengo sueños, estoy tocado y la razón eres tú, lady. Toma mi alma y mi amor", volviendo de esta forma a la primera afirmación: todo ha cambiado, yo puedo influenciar a la humanidad pero la humanidad a mí también, no soy intocable. La joven Lili se ha dejado seducir por el Mal, pero es que el Mal también es ahora un poco humano.

"- Eres asqueroso, no eres más que un animal.
- Todos nosotros somos animales, my lady."

Hay un tira y afloja todo el rato con el que Mr. Darkness pretende crear un marco en común entre él y Lili. Todos somos animales y humanos a la vez, no somos tan diferentes: mírame, Lili, yo también tengo sueños y, por consiguiente, el amor es un valor universal que escapa a cosmovisiones, edades, zoofilias y calcetines de colores.

Sin embargo, Lili no se lo cree y ridiculiza al Señor Rojociclao -como se puede ver en la caída de ojos de este monumental minotauro- sugiriéndole: ¿Amor? Me hablas de amor cuando no sabes lo que es ni puedes sentirlo. Le acusa de mentiroso, deja sus intentos por acercarse a ella a la altura de una simple obsesión. Lo cual se complementaría al hecho de que si no la viola ahí mismo es porque -además de que sigue siendo una película infantil- su padre le ha dicho que ha de cortejarla y llevarla a su terreno o si no, no conseguirá nada. Ella ha de dar su consentimiento sentándose en la silla (seguro que en el hecho de que su entrada al infierno se simbolice a través del culo hay alguna lectura psicoanalítica en la que no quiero profundizar), y Mr. Darkness, que no sabe cómo convencerla para que lo haga, se enfada mucho mucho a cada negativa. Hasta que ella le da una última concesión: si me dejas matar al unicornio, seré tuya. Y el muy tonto acepta con una risa casi orgásmica, la cree capaz de volverse mala y no ve la futura traición.

Cabe la posibilidad, entonces, de que realmente sí que esté enamorado y las aserciones 2 y 3 (soy maduro y no tengo ilusiones) sean compatibles a la 1 y 4 (he encontrado un punto de luz en el que creer y volver así a ser joven). Puede que Mr. Darkness haya dejado de lado su pesimismo y los arrepentimientos de la madurez ante la posibilidad de conseguir su sueño: vivir eternamente con ella.

Perdonadme el atrevimiento, pero: ¿no se parece un poco a la historia de El último Tango en París? El viejo pesimista, derrotado junto al fracaso de una revolución que en realidad nunca triunfó, hace una concesión a los sueños, a la transgresión, en un piso oscuro, ahistórico y vacío con una joven que representa la ilusión conformista por la vida. Ambos seres maduros viven en el pesimismo del arrepentimiento hasta que una mujer -no entraré a analizar que el pesimismo venga de la mano del hombre y la ilusión de la mujer, porque si no estamos aquí hasta mañana- les presenta la posibilidad de salir de ella. Y ellos creen, hacen una concesión a la aventura: bailan. Eso sí, se guardan las espaldas poniendo ellos mismos las normas (en el caso de El último... él impone la regla de no saber nada el uno del otro; en el caso de Legend, Mr. Darkness lleva a Lili a su terreno en el infierno), pero entran en el juego, se permiten creer que pueden volver a la ilusión de su juventud, que se pueden enamorar.

Y, como todo atrevimiento (¿cómo te permites volver a creer, intentar revertir la natural evolución; cómo pretendes, tú que estabas en el último estadio de los sueños, volver a la ilusión de la inexperiencia?), tiene sus consecuencias. Salir de la caverna hace daño, no se puede pasar a la luz desde la oscuridad sin que ello tenga repercusiones. Ellos pagan su último baile con la muerte. Scott y Bertolucci llevan su pesimismo hasta las últimas consecuencias, nos dicen: el amor, la transgresión, como la revolución, está condenado al fracaso. Lo cual no suprime su funcionalidad: nos permite saber que puede existir, que es posible, al menos, volver a creer.



23.11.10

Loglady UV


Es ella. The Loglady ha aparecido en la sala de lectura con sus grandes monturas en unas gafas que parecen no tener cristal y, en lugar de un tronco, lleva una maleta llena de libros.

Coincidir con ella es normal, además de peculiar. Desde hace tres años ronda los alrededores de la universidad -bibliotecas y salas de estudio- cargada con su maleta de sabiduría. Llega, echa un vistazo -todo está en orden, mis niños- y se va sin que las ruedas de la maleta hagan el menor ruido.

Es ahora cuando caigo en la cuenta de que, posiblemente, está a la espera de que alguien le pare y le pregunte:

- Mrs. Loglady, ¿quién de nosotros cometió el asesinato?

21.11.10

Antonin Artaud y la caca

Hace unos días pedía consejo a la señorita Poplolipop sobre asuntos banales y nada interesantes para lo que nos ocupa, que fueron a desembocar al tema de la dignidad, éste sí, de relevancia suprema. ¿Y qué pasará con mi dignidad si hago ésto o aquéllo?, preguntaba yo entre melífluas lamentaciones hasta que ella, en un ácido arrebato que le agradeceré siempre, cortó en seco:

- ¿Dignidad? ¿Pero es que no sabes que todos llevamos un cagallón dentro? ¿Te crees que eso es digno?
- ¿Te refieres a que todos tenemos una semilla del miedo en nuestro interior?
- Mierda, cielo, me refiero a La Mierda. Todas y todos llevamos una gran mierda en nuestro intestino, en todo momento. Nadie tiene dignidad.

El tema escatológico volvió a mí en todo su esplendor justo ayer, cuando un libro de Antonin Artaud brilló entre la sección de ofertas de poesía de la librería París-Valencia. Al abrirlo, no pude más que soltar una carcajada en honor a Lola. Había surgido una bonita amistad transhistórica entre un surrealista y una filósofa de la cotidianeidad.

LA BÚSQUEDA DE LA FECALIDAD

Allí donde huele a mierda
huele a ser.
El hombre hubiera podido muy bien no cagar,
no abrir el bolsillo anal,
pero eligió cagar
como hubiera elegido vivir
en vez de aceptar vivir muerto.

Para no hacer caca,
tendría que haber consentido
no ser,
sin embargo, no se decidió a perder
...........................el ser,
es decir, a morir viviendo.

Hay en la existencia
algo particularmente tentador
...........................para el hombre
y ese algo es
...........................LA CACA
...........................(aquí, rugido)
(...)

Dios ¿es un ser?
Si lo es, es la mierda.
Si no lo es
no existe.
O bien sólo existe
como el vacío que avanza con todas
sus formas
y cuya representación más perfecta
es la marcha de un grupo incalculable de
ladillas.

Bien. Ahora, si me permitís, me siento en la obligación, por respeto a Artaud, de contextualizar este poema. El libro en cuestión se llama "Para terminar con el juicio de dios y otros poemas", de la colección que la Editorial MCA denominó -con cierta sorna- "La nave de los locos", y recoge el guión (guión-poemas) que Artaud escribió para un programa de la radio francesa que nunca llegó a emitirse porque el director se escandalizó debido a la virulencia del lenguaje.

Cierto es que Artaud recuerda a estos personajes irreverentes en plan Cela, con su denominación al Cervantes (que un año más tarde recibiría gustosamente) como un premio "cubierto de mierda"; u otros tantos que se cagaban en todo. Pero lo de Artaud no eran, simplemente, ganas de despreciar.
Todos deben comprender
que estamos hasta la coronilla de la su-
ciedad
tanto física como fisológica
y desear
un cambio
corporal
de fondo
Hay en realidad toda una alegoría política -cómo no! ya estamos otra vez!- en su imaginario escatológico-corporal. Artaud contempla en todo momento un "afuera" y un "adentro" que tienen como límites simbólicos el cuerpo humano, que sería el campo de batalla de una guerra que, aunque individual, es social. Guerra convertida en locura. Locura que, como dice Alberto Drazul en el prólogo del libro antes mencionado, "es un esfínter que descarga mierda". La excreción vuelve a nosotras, así que lo que cabe preguntarse finalmente es ¿y qué es la mierda?

Hay que tener aquí en cuenta que Artaud, polifacético, trabajó muy a fondo con el teatro, siendo el fundador de las principales ideas del teatro de la crueldad. Para él, el teatro era la vida en tanto que recreaba una sociedad cuya presencia tenía trascendencia. Artaud no creía ya en los sistemas ni en las posiciones intelectuales; contemplaba la vida, por tanto, como un espectáculo sin explicación. Puede que lo más representativo de esta creencia fuera que contribuyera en las ideas esenciales del Manifiesto Surrealista de su amigo André Breton.

Cuando hablamos de "la vida", nos referimos, obviamente, a la vida burguesa: la cultura occidental (se fue a México para vivir con indígenas y experimentar con el peyote) y su pensamiento insensato, privado de sentido e incompresible. Para Artaud los locos son ellos, que convierten todo en espectáculo, incluso a las personas (nuestro amigo estuvo nueve años en tratamiento psiquiátrico, y su historia me recuerda tristemente a la de Leopoldo María Panero, a cuyas presentaciones de libros acuden las personas como un público esperando que el elefante levante la trompa).

Es probable, por tanto, que Antonín relacionara íntimamente su idea de Mierda con los postulados de la vida burguesa; y que la locura fuera para él un nuevo estado en el que no hay adentro ni afuera, y en el que la verdad habla. Si la idea despoja al cuerpo, el cuerpo deja de ser un espectáculo.

Es cierto que Artaud quería, claramente, provocar. Pero eso no quita para que, tras el primer impacto (en cierta manera hablar sobre la mierda en un poema sigue los principios del teatro de la crueldad), haya una de-uncia clara a aspectos específicos de la sociedad pequeño-burguesa y al capitalismo americano: "Es una innnovable victoria la obtenida por la religión, la sociedad y la ciencia sobre la conciencia humana al llevarla en un momento dado a abandonar su cuerpo". Su patetismo respecto a la sociedad hace que su propuesta más sincera sea volver al terreno corporal, guerrear en él y, después, soltar toda la mierda en forma de purga espiritual. El guión que escribió para la radio refleja, de alguna manera, ese propósito. De él, y con esto me despido, escribió:

(...)
quería una obra nueva, que apresara
algunos puntos orgánicos de vida, una obra
en la que uno sienta todo el sistema nervioso
iluminado como en el fotóforo
con vibraciones
consonancias
que inviten
al hombre
a salir
con
su cuerpo
(...)

20.11.10

y yo me pregunto


Una herida es la guerra
C. Maillard

Cómo vas a luchar
sin escudos con los que protegerte
del equipaje ajeno,
cómo
vas a luchar,
................ilusa,
si la herida que te deforma
es una guerra
propia.

17.11.10

Marta Sanz

Ya o todavía.
Ya no queda más dinero suelto
para jugar a las máquinas
o todavía
guardo un billete arrugado,
que puedo cambiar,
en el bolsillo del abrigo.

Todavía puedo echar el bofe
o es mejor
que ya
no me esfuerce demasiado subiendo las cuestas.

Todavía puedo reventarme el corazón.
O ya
le he dado una pastilla para dormir
y es
un mar azul de la tranquilidad.


en Perra Mentirosa


Hay hombres en mi vida
que no son mi marido ni mi padre,
que no son mis amantes ni mis novios.
Que están ahí
y que me hacen temblar cuando me cercan
con palabras que no entiendo
y que a menudo
no sé
cuántas cosas
significan.


en Hardcore

Keep writing

¡Oído, cocina!: A Mayakovski, el poeta de la revolución bolchevique por definición, quien apostaba por un arte y trabajo intelectual de clase, también le iba poesía intimista y escribía -cuando a él le daba la real gana, claro- a los "amores puros", la imposibilidad de "besar eternamente" y sobre su "corazón de un loco". ¿Es incompatible la poesía social y la intimista? Parece que no. Lo insano aquí es caer en un planteamiento dicotómico del discurso poético. La privacidad puede ser tratada como parte integrante de la vida social; el individuo y su subjetividad han de ser el motor de la revolución (dicen por ahí que Lúkacs hablaba de subjetividad revolucionaria...). Hablar del mundo, además de reflejar pasivamente, es también proponer, proyectar uno posible. En el incesante renovarse de este espacio toma cuerpo la esperanza, dice el colectivo Alicia Bajo Cero en su ensayo Poesía y Poder, en un claro rebate a los supuestos valores universalistas. Proponme un cambio de paradigma, dime que las personas son viajes en sí mismas, asume tu responsabilidad comunicativa y, aunque me cuentes que has visto una cucaracha por la mañana, seguirás haciendo poesía social. Y yo, cómo no, la seguiré leyendo. Pero ahora, Mayakovski:



Con su cuchillo en la mano
llegó la noche.
Su puñalada me alcanza,
me hiere.
¡Se acabó!
Rodaron las doce
como la cabeza degollada del condenado.
(...)
La gente husmea,
huele a chamusquina.
Llamaron y vinieron:
¡refulgentes de castos!
-Con botas no se puede entrar.
Digan a esos bomberos
que al corazón ardiendo
se sube con caricias.
(...)
Ante gentes temlorosas
en la quietud doméstica,
un fulgor de cien miradas
quiere llegar del puerto.
Lanzad un último grito.
Contad entre gemidos a los siglos,
aunque no sea más,
que estoy ardiendo.
(...)
Por las calles
pasan las gentes sacudiendo sus papos
de muchos pliegues
Asoman sus ojos
raídos por cuarenta años de uso,
se ríen
de que entre los dientes llevo otra vez
los restos de las caricias pasadas
como migas de pan colgando.



Vladímir Mayakovski

15.11.10

y acudimos a la poesía a altas horas de la noche



El acontecimiento no es lo que ocurre (accidente),
es en lo que ocurre lo expresado mismo que nos
hace seña y nos espera. (...) es lo que debe ser
comprendido, lo que debe ser querido, lo que debe
ser representado en lo que ocurre.

G. Deleuze



Para que algo acontezca no basta un accidente,
no es suficiente un muerto,
ni dos, ni dos millones.
Un acontecimiento es un olor que espera
que alguien lo respire,
una herida que aguarda encarnarse,
el agua de un torrente
inundando los poros,
una mirada que cruza el aire
y encuentra a alquien que le hace señas
y en la seña, en ella, se reconoce.
Uno puede negarse al acontecimiento
y convertir su historia en un simple resumen
de lo ocurrido, pasos que no devienen cruce
y se apagan en vida, o se secan.
Uno puede negarse a saberse en el otro,
basta con acercarse a todo con un walkman
conectado a la carne,
enfundado el cerebro en aquella sustancia
impermeable que nos inmuniza,
basta con refugiarse en un desmayo a tiempo,
en el deseo de amar, u ocultarse
en la furia o en el número de una cuenta bancaria.
De hecho, lo más frecuente es
que llevemos cosida el alma a su forro
como los trajes nuevos sus bolsillos,
para evitar que se deformen
por el peso.


---


Mejor no diga nada.
Sería inútil. Ya ha pasado.
Fue una chispa, un instante, Aconteció.
Yo acontecí en ese instante.
Puede que usted también lo hiciera.
Suele ocurrir con los poemas
terminan condensándose las formas
en nuestros ojos como el vaho
sobre un cristal helado;
las formas, con su herida.
Pues quien construye el texto
elige el tono, el escenario,
dispone perspectivas, inventa personajes,
propone sus encuentros, les dicta los impulsos,
pero la herida no, la herida nos precede,
no inventamos la herida, venimos
a ella y la reconocemos.



8.11.10

Cuentos

La gente busca pareja y "establece relaciones"
para evitar las tribulaciones de la fragilidad,
sólo para descubrir que esa fragilidad
resulta aún más penosa que antes.
Lo que se esperaba y pretendía
que fuera un refugio (tal vez el refugio) contra la fragilidad
demuestra ser una y otra vez su caldo de cultivo.



Sientes moverte entre márgenes rectos y limpios pero de repente una risa tajante te ataca desde varios puntos, líneas viudas que parecían seguras. El viento derriba -hoy- los árboles más altos y tú te ríes con él, porque todo es risible, y volátil, y relativo. Amigos ante los que defenderse; exámenes de fidelidad; cuencos de comida escarchada. Entonces llega la pregunta esperada y que tú también formulas aunque lo niegues: ¿Has perdido ya el sentido? ¿Te has vuelto relativa tú también? ¿Puedes reencontrar la coherencia, el despiste y la empatía? Este cuerpo moldeable que ahora es impasible, respira -seguro- en algún lugar; allá en la lejanía. Aunque las suelas calcinadas de las botas lo hagan más difícil. Aunque tu esencia sea aire y agua cada vez menos. Él hubiera dicho que las personas que de verdad aman no entienden de sexos, porque no se enamoran de una imagen ni de un molde ni de un parapeto de garantías; se enamoran de la carne y del movimiento tras las cuencas de los ojos. Él hubiera dicho que para qué quieres botas, que dónde te mueves, que cuándo y cómo sonríe allá, en la lejanía, tu cuerpo...


Cuentos tardíos. H. Svalbard.