Es un mundo esto de las conexiones mentales. Me refiero a cuando te tocas la nariz frente al cartel del próximo concierto de Luis Miguel y te viene a la mente, como atraído por una lógica aberrante, el capítulo que te dejaste por leer de ese libro tan denso sobre teoría política; o cuando llegas a la nueva casa de un amigo y sientes que en realidad has vuelto a la casa de tu tía de Alicante, con la que veraneábais cuando eras pequeña.
Bueno, ya sabéis a lo que me refiero. El caso es que una de esas raras conexiones mentales es la culpable de esta entrada. Yo escuchaba esta música y entonces, posiblemente gracias a la sospechosa atracción que me crean los primeros acordes, he recordado el baile con el que la Oscuridad -así, a palo seco- seduce a la princesa Lili en la maravillosa película Legend, dirigida por Ridley Scott y protagonizada por un jovencísimo (tiene incluso cara tonto, o tonto-joven por si alguien considera que la sigue teniendo) Tom Cruise.
La escena es inquietante y original a la hora de mostrar la seducción del mundo del Mal, más por el tratamiento escénico que por la idea en sí. El contexto dentro de la película es el siguiente: el Señor de la Oscuridad (Mr. Darkness) desea a la princesa Lili y pide consejo a su padre, quien le dice que lo que le atrae tanto es la pureza de su alma, por lo tendrá que cortejarla para que ella libremente vaya hacia él y sea "uno de los suyos". Woo her (voz de ultratumba).
La escena es inquietante y original a la hora de mostrar la seducción del mundo del Mal, más por el tratamiento escénico que por la idea en sí. El contexto dentro de la película es el siguiente: el Señor de la Oscuridad (Mr. Darkness) desea a la princesa Lili y pide consejo a su padre, quien le dice que lo que le atrae tanto es la pureza de su alma, por lo tendrá que cortejarla para que ella libremente vaya hacia él y sea "uno de los suyos". Woo her (voz de ultratumba).
(Por cuestiones que no llego a comprender muy bien, Scott hizo dos versiones distintas para públicos taaan diferentes como lo son el europeo y el estadounidense. Uno de los cambios es la banda sonora, que mientras para la versión europea estaba dirigida por Jerry Goldsmith, para los EE.UU. intervino Tangerine Dream. A mí personalmente me gusta más la versión europea: es más moderada, pero a la vez la encuentro más agresiva, con menos florituras. Exagerando, es como si le pidieras a Kubrick que cambiara esos cuatro exasperantes y enigmáticos acordes de Eyes Wide Shut por una danza orquestral: pues no).
Volver a las películas de la infancia es algo que cada vez me gusta más. Ya hice una seña en clave de humor a Labirynth, en la que un ambiguo David Bowie canta y baila rodeado de muñecos de trapo en su mundo de Goblins. Ambas películas (Labirynth, '86, y Legend, '85) tienen en común algunos aspectos, aparte del más evidente que es que forman parte de esa oleada de pelis infantiles con gnomos, hadas, ogros, elfos y muñecos de trapo en general articulados en una narración en la que cualquier magia vale (El cristal oscuro, '82; La historia interminable, '84...). Concretamente, uno de los aspectos en común es que El Malo se enamora de La Chica -es decir, se humaniza al que se supone que, oh, no tiene corazón- e intenta seducirla mediante, a falta de benzodiacepina que echar a la bebida, El Baile. A ninguno de los dos les funciona, pero lo intentan hasta el fracaso.
Pero no me voy a extender explicando un argumento que per se no tiene interés. Ésta es una película con una trama para niños y niñas y una puesta escena para adultas y adultos. No sólo por los juegos de iluminación, la caracterización -bestial, y nunca mejor dicho, en el caso de Mr. Darkness- de los personajes y la belleza de la fotografía, sino por algunas partes del guión. Sobre todo, y reconozco que ésta es una revisión que se halla condicionada por los videos de Youtube, durante la conversación que Lili tiene con El señor de la oscuridad, tras haberse dejado seducir por los regalos del Mal (ropa y joyas: cause we are living in a material world and I'm a material girl).
A mí de pequeña me daba mucho miedo el poderoso señor de la Oscuridad. Tim Curry se ganó a pulso los aplausos que merecía su risa malévola, rictus que luego repetiría en el también espeluznante papel de It.
Hay que percatarse del truco del almendruco que el Señor de la Oscuridad intenta con Lili (también es normal, con ese nombre ¿quién no va a pensar que es tonta?). Ella le reprocha que le ha robado sus sueños al convertirla en la "señora de la Oscuridad". A lo que él contesta:
"Todo ha cambiado, lady. Los sueños de la juventud son los arrepentimientos de la madurez. Los sueños son mi especialidad: a través de los sueños puedo influenciar a la humanidad. Mi sueño es una eternidad contigo".
Bien, tenemos aquí cuatro aserciones:
1. Todo ha cambiado
2. Los sueños van de la mano de la juventud y se contraponen a la madurez. Ella representa el idealismo y él, el realismo.
3. Los sueños son una debilidad del ser humano que el Mal aprovecha. A través del idealismo, el Mal influencia al género humano. El idealismo conlleva hacer cosas mal y desemboca necesariamente en el arrepentimiento en la madurez.
4. Mr. Darkness también tiene sueños.
Bien, ahora vayamos a las lecturas. La subyacente al entramado de la historia sería que el infierno es un lugar intrínseco al ser humano, parte natural de la evolución ideológico-mental a la que todos llegamos cuando en la madurez hemos perdido la ilusión por las cosas. Una visión muy pesimista, sí. Además de política, porque, ¿no es esta teoría aplicable a las evoluciones político-ideológicas de personajes como Pío Moa, Consuelo Císcar, Losantos...? ¿No responde a la máxima de que cuando una se hace mayor, se asienta y se va pal centro-derecha del sillón? Por no hablar de que la Madurez (realismo) seduce a la Juventud (idealismo) con ropa y joyas. ¿Nos quiere decir Scott que la vida material es en realidad una gangrena para los sueños, para las ilusiones por cambiar algo? Cause we are living in a material world and I'm a material girl. Está claro que sí.
La lógica conclusiva de las aserciones 2 y 3 se contrapone a la de las aserciones 1 y 4. Seguro que en Lógica esto tiene alguna formulita, pero no estoy muy ducha en ello. El caso es que el truco de Mr. Darkness es mostrarse él también como humano. La cuestión es: ¿es verdad o es sólo una artimaña para llevarse a Lili finalmente a su terreno?
Le dice: "ey, yo también tengo sueños, estoy tocado y la razón eres tú, lady. Toma mi alma y mi amor", volviendo de esta forma a la primera afirmación: todo ha cambiado, yo puedo influenciar a la humanidad pero la humanidad a mí también, no soy intocable. La joven Lili se ha dejado seducir por el Mal, pero es que el Mal también es ahora un poco humano.
"- Eres asqueroso, no eres más que un animal.
- Todos nosotros somos animales, my lady."
- Todos nosotros somos animales, my lady."
Hay un tira y afloja todo el rato con el que Mr. Darkness pretende crear un marco en común entre él y Lili. Todos somos animales y humanos a la vez, no somos tan diferentes: mírame, Lili, yo también tengo sueños y, por consiguiente, el amor es un valor universal que escapa a cosmovisiones, edades, zoofilias y calcetines de colores.
Sin embargo, Lili no se lo cree y ridiculiza al Señor Rojociclao -como se puede ver en la caída de ojos de este monumental minotauro- sugiriéndole: ¿Amor? Me hablas de amor cuando no sabes lo que es ni puedes sentirlo. Le acusa de mentiroso, deja sus intentos por acercarse a ella a la altura de una simple obsesión. Lo cual se complementaría al hecho de que si no la viola ahí mismo es porque -además de que sigue siendo una película infantil- su padre le ha dicho que ha de cortejarla y llevarla a su terreno o si no, no conseguirá nada. Ella ha de dar su consentimiento sentándose en la silla (seguro que en el hecho de que su entrada al infierno se simbolice a través del culo hay alguna lectura psicoanalítica en la que no quiero profundizar), y Mr. Darkness, que no sabe cómo convencerla para que lo haga, se enfada mucho mucho a cada negativa. Hasta que ella le da una última concesión: si me dejas matar al unicornio, seré tuya. Y el muy tonto acepta con una risa casi orgásmica, la cree capaz de volverse mala y no ve la futura traición.
Cabe la posibilidad, entonces, de que realmente sí que esté enamorado y las aserciones 2 y 3 (soy maduro y no tengo ilusiones) sean compatibles a la 1 y 4 (he encontrado un punto de luz en el que creer y volver así a ser joven). Puede que Mr. Darkness haya dejado de lado su pesimismo y los arrepentimientos de la madurez ante la posibilidad de conseguir su sueño: vivir eternamente con ella.
Perdonadme el atrevimiento, pero: ¿no se parece un poco a la historia de El último Tango en París? El viejo pesimista, derrotado junto al fracaso de una revolución que en realidad nunca triunfó, hace una concesión a los sueños, a la transgresión, en un piso oscuro, ahistórico y vacío con una joven que representa la ilusión conformista por la vida. Ambos seres maduros viven en el pesimismo del arrepentimiento hasta que una mujer -no entraré a analizar que el pesimismo venga de la mano del hombre y la ilusión de la mujer, porque si no estamos aquí hasta mañana- les presenta la posibilidad de salir de ella. Y ellos creen, hacen una concesión a la aventura: bailan. Eso sí, se guardan las espaldas poniendo ellos mismos las normas (en el caso de El último... él impone la regla de no saber nada el uno del otro; en el caso de Legend, Mr. Darkness lleva a Lili a su terreno en el infierno), pero entran en el juego, se permiten creer que pueden volver a la ilusión de su juventud, que se pueden enamorar.
Y, como todo atrevimiento (¿cómo te permites volver a creer, intentar revertir la natural evolución; cómo pretendes, tú que estabas en el último estadio de los sueños, volver a la ilusión de la inexperiencia?), tiene sus consecuencias. Salir de la caverna hace daño, no se puede pasar a la luz desde la oscuridad sin que ello tenga repercusiones. Ellos pagan su último baile con la muerte. Scott y Bertolucci llevan su pesimismo hasta las últimas consecuencias, nos dicen: el amor, la transgresión, como la revolución, está condenado al fracaso. Lo cual no suprime su funcionalidad: nos permite saber que puede existir, que es posible, al menos, volver a creer.