5.10.08

Todavía recostándose en el sillón biplaza, ella cree recordar que tenía la virtud de la buena memoria. “No es el caso”, se consuela mientras mira la chimenea. Su retina refleja la imagen en el fuego: un colchón, abrazos, besos. Quizá sexo. Final inconcluso. El movimiento de las llamas abstrae lo suficiente como para acallar la marejada mental. Sin embargo, piensa en futurístico sobre la posibilidad de que se abra la puerta.

- Cuántas veces tendré que decírtelo: las caricias son puntuales –suena una voz quebrada desde la mecedora contigua al sillón en el que se sienta. (Siempre hay una mecedora frente a una chimenea).

Gira levemente la cabeza. No se había percatado de su presencia. Es viejo y su aspecto es descuidado en conjunto, a excepción de unas bonitas manos que reposan sobre su barriga.

- ¿Qué haces tú aquí? –despectivamente- Ya he dicho que no es el caso. Acaba de ocurrir ahora mismo. Deja que reflexione un poco. ¡Déjame en paz!

- Te equivocas en los conceptos. Todo ha pasado. Todo es pasado. Por eso estoy yo aquí. Debo supervisar una correcta organización de los recuerdos por parte de tu memoria -a veces su voz quebrada diluía el tono pedante que utilizaba.

- Oh venga, por favor. A Losantos le hace más falta que a mí. Todavía estoy asimilando lo que ha pasado ahí dentro. No me gustan las imposiciones, ¿sabes? Para que lo entiendas: eres como una jugosa naranja a la que puedo morder en cualquier momento. No eres impenetrable. ¿Por qué si no hay diversos puntos de vista históricos?

Las manos del viejo Pasado se mueven al ritmo de sus pausadas vocalizaciones. Es el único movimiento que realiza. La mecedora, superando la básica inercia, permanece pétrea. Aún así, ella no observa las hazañas del viejo. Ambas miradas están fijas en el fuego, la única fuente de luz en todo el salón.

- Para que lo entiendas tú –carraspea–: yo soy como el espejo retrovisor de un coche. Estoy al alcance de tu mirada, pero siempre te mostraré el camino que ya has recorrido.

- Pero en ese presente –abre los ojos, como si quisiera absorber con ellos el aire de sus palabras– el camino recorrido puede haber cambiado en el momento en el que miro: un nuevo coche, un nuevo paisaje…

- ¡Ah no! –levanta las manos, pierde el control: rechina la madera– ¡ya me sé el sermón de Heráclito! Yo te hablo de recuerdos, de memoria. Tu capacidad de percepción sólo te permite recoger una o dos imágenes de las mil que se crean en tu retina al segundo.

En ese momento se abre la puerta. Una cabeza asoma por el quicio.

- ¿Qué haces ahí? Vuelve a la cama, anda…

Ella desvía la mirada. Se levanta sin responder. No mira hacia atrás. Entra a la habitación mientras el fuego refulge dentro de la chimenea. Frente a él, la mecedora tambalea humanamente.

2 comentarios:

Mayte dijo...

Anda, una Mayka! Tengo un blog nuevo que... me durará nada, por si te aburres y quieres aburrirte mas viendolo:

http://cuoquizu.blogspot.com/


p.d. esta semana nos vemos, no?

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Me dejas temblando, Mayka. Y releí tu texto. En la segunda aproximación se me cruzó el cuervo de Poe.

Un beset

Viktor