No es original decirlo, pero cuando traspasé la puerta blindada-dorada abandoné, durante un tiempo indefinido en términos existenciales, el frío calmo y confidente que se respiraba en Madrid. Dentro sufriría un calor infernal propio de la calefacción central de una comunidad adinerada a la que poco le importan las admoniciones del gobierno central en cuanto a ahorro de energía.
Lejos de ser confortable, ese calor era un enemigo que trastornaba mi percepción de las estaciones, como un jetlag que te obliga a dormir aún siendo de día. Tuve que pedir una camiseta de manga corta, y así comenzó el trastorno, la somnolencia y la transformación en fantasma. Mi vertiente más cercana a la versión moderna de la feminidad fue atacada con un “quítate los tacones que estropeas el parqué” y mi lado rebelde, si es que vale la pena nombrarlo, se quedó fuera, con el viento y la lluvia, por resignación. La pérdida de todas mis facetas de cara al público conllevó la pérdida del habla, a lo que La Familia, en petit comité de situación de emergencia, decidió que la mejor forma de comunicarse era disponiendo de respuestas presupuestas y preguntas previamente formuladas. Una sabia elección: qué mejor que jugar al Trivial para pasar la Nochebuena en Paz.
Y así es como acumulé una retahíla de datos innecesarios: tanto preguntas como respuestas, ya que de tanto jugar me terminé aprendiendo ambas, lo que provocó un cambio en las reglas del juego y la consiguiente disminución del abanico de preguntas. Pero no hubo Losantos ni comunismo ni cinismo ni sudacas ni platos sucios en la mesa. ¡Quién lo iba a decir! ¡Si hubiésemos descubierto antes este anestésico de pasiones ahora la familia estaría al completo! Únicamente comentarios colaterales a preguntas provocadoras como “¿Qué etnia asiática penetró en la península ibérica durante el siglo V?” exigían una rápida intervención de mi tía: “¿Los alanos? Sí, ¡pues ahora bien que la están reconquistando!”.
Pero yo era transparente y, recordemos, no tenía habla, así que poco podía hacer más que aprender que la estructura molecular de la morfina es C17H19NO3, que Joan Laporta presidió la plataforma Elefant Blau, que la capital Moroni es de las Comores o que karaoke significa en japonés “orquesta vacía”. Y, de acuerdo con el imaginario popular, estos datos otorgarán a mi mente una inteligencia y unos mapas conceptuales que, si no salvarán al mundo de una crisis o un cataplasma nuclear, al menos me mantendrán alejada de la cola del paro. ¡Trivial Pursuit debería regalar Zapatero en los colegios y no portátiles!
Luego, a la noche, mi somnolencia de teatro me delató y fui incapaz de acostarme a una hora que se acercara a la de las demás actrices. Y no fue precisamente la programación nocturna lo que me mantenía en pie, sino el más radical aburrimiento: juro que hubiera podido contar las 625 líneas de la televisión si no fuera porque ahora la novísima TDT es, como indica su nombre, digital y no analógica. Me conformé, ya que recientemente prometí no abstraerme en los concursos-estafa de las madrugadas, con un vaquero Contesti cabalgando un lago de hielo, con los saltos temerosos de un jovenzuelo español y con la caída del ganador francés Brian Joubert. Sorprendentemente me gustó, y tuve una excusa para seguir los juegos olímpicos de Vancouver de 2010. El patinaje sobre hielo masculino te otorga, si no una vasta cultura, al menos el regocijo de observar esos cuerpos esculpidos a base de caídas dando ritmo a tus horas muertas.
Gracias a los deportes de invierno.
Viva el frío.
pour la CGT
Hace 7 años
3 comentarios:
Que feo, a una mujer no se le puede decir que se quite los tacones!.
Debería ser siempre invierno.
Una reverencia me sabe a poco para sus hipnóticos trazos bien acertados y afilados...pero muy a mi desgracia es lo único que le puedo ofrecer =D
Bien sabe, señor de mente agujereada, que eso de los tacones es sólo un gancho.
k@T, a mi tus comentarios me saben a mucho. Gracias.
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