29.7.10

nuestro tiempo

En mil novecientos ochenta y siempre

todavía se moría de amor

y eso

que la muerte tiene límites,

enfermeras, asilos, aloe vera. Drogas:

ese cuento de hadas, la eutanasia

que se traga y se salta en la arena

aunque el mar no pare para ser mirado,

aunque los demonios escupan el café

de los viernes por la tarde y el matrimonio

no preceda a la separación,

yo me pregunto

qué habrá ahí abajo que atrae en picado en mil

novecientos ochenta y siempre, mientras vemos

morir el amor.

1 comentario:

gato panza arriba dijo...

alguien siempre pensó que las señoritas eran buenas cronistas de nuestra era, sobretodo cuando se trata de amor (muerto o coleando)

y que la muerte sigue siendo el momento más puro de vida