Irreverente es excéntrico. Anoche tuvo un cadáver entre sus manos y lo llamó Irrelevante. “Como no es importante –pensó–, lo utilizaré para mis experimentos con cruces gamadas y estrellas de David”.
Caminando, busca pisar el rayito de luz dibujado en la acera por la sombra homogénea de las hojas de los naranjos (Irreverente prefiere llamarlos “árboles inservibles” desde que se enteró de que sus naranjas no se pueden comer).
En el autobús le gusta observar miradas. Una bebé inquiere a todos con los ojos bien abiertos mientras descansa sobre los de su madre. Todos miran a su vez a la bebé.
Se relamen.
La científica radical piensa en diseccionar su cuerpo. El científico moderado la sometería a una prueba, decisiva para su tesis, consistente en estar 48 horas frente a máquinas telepáticas. El teórico del lenguaje pediría la cabeza diseccionada a la científica radical con tal de encontrar un molde gramatical en su cerebro. El antropólogo piensa en aislar a la bebé de todo estímulo cultural con tal de demostrar su teoría de la tabula rasa. La bióloga evolucionista está segura de que esa bebé está determinada por sus genes, pero es consciente de que sólo cuando crezca podrá contribuir a sus métodos científicos. Cuando pudiera responder a las encuestas de la bióloga evolucionista, el propietario de la cadena de estética idearía una campaña de marketing que le enseñara a ser femenina. El principal accionista de la televisión piensa, principalmente, en engancharla ya desde bien pequeña a una serie de adolescentes rebeldes que comen yogures caducados.
Irreverente también le mira. Piensa en que ya es demasiado grande para ir en carro y en que tiene demasiado plástico con forma de osito a su alrededor. “Señora, ese crucifijo ahogará a su hija cuando duerma”, a lo que fue respondido con negativas alusiones a su incumbencia. Irreverente piensa en que todos los nombres determinan lo que designan, y por eso muchas veces odia el suyo. Anoche, por cierto, Irreverente mató un mosquito y, al ver que no se quejaba, lo llamó Irrelevante.
Caminando, busca pisar el rayito de luz dibujado en la acera por la sombra homogénea de las hojas de los naranjos (Irreverente prefiere llamarlos “árboles inservibles” desde que se enteró de que sus naranjas no se pueden comer).
En el autobús le gusta observar miradas. Una bebé inquiere a todos con los ojos bien abiertos mientras descansa sobre los de su madre. Todos miran a su vez a la bebé.
Se relamen.
La científica radical piensa en diseccionar su cuerpo. El científico moderado la sometería a una prueba, decisiva para su tesis, consistente en estar 48 horas frente a máquinas telepáticas. El teórico del lenguaje pediría la cabeza diseccionada a la científica radical con tal de encontrar un molde gramatical en su cerebro. El antropólogo piensa en aislar a la bebé de todo estímulo cultural con tal de demostrar su teoría de la tabula rasa. La bióloga evolucionista está segura de que esa bebé está determinada por sus genes, pero es consciente de que sólo cuando crezca podrá contribuir a sus métodos científicos. Cuando pudiera responder a las encuestas de la bióloga evolucionista, el propietario de la cadena de estética idearía una campaña de marketing que le enseñara a ser femenina. El principal accionista de la televisión piensa, principalmente, en engancharla ya desde bien pequeña a una serie de adolescentes rebeldes que comen yogures caducados.
Irreverente también le mira. Piensa en que ya es demasiado grande para ir en carro y en que tiene demasiado plástico con forma de osito a su alrededor. “Señora, ese crucifijo ahogará a su hija cuando duerma”, a lo que fue respondido con negativas alusiones a su incumbencia. Irreverente piensa en que todos los nombres determinan lo que designan, y por eso muchas veces odia el suyo. Anoche, por cierto, Irreverente mató un mosquito y, al ver que no se quejaba, lo llamó Irrelevante.
4 comentarios:
El bebé es el paradigma de filósofo.
No son 'árboles inservibles', son fuentes casi ilimitadas de entretenimiento en forma de objetos susceptibles de ser depósitados en medio de una carretera cualquiera con el fin de obtener satisfacción instantanea ante la visión siempre impactante de una implosión frutal, acompañada habitualmente de un baño de jugo generosamente brindado a los oportunos viandantes.
Comer yogures caducados es una clara manifestación de pensamiento antisistema.
Los autobuses son el lugar perfecto para improvisadas meriendas de locos a lo Carroll.
Si el nombre determina el significado mejor ser Irreverente que Irreflexivo.
Irrelevante tiene sentido pero no tiene referencia, Irreverente tiene referencia pero no tiene sentido.
Muchas veces odia el suyo.
Nada que decir sobre el mosquito.
Perdón si el comentario es tan largo, pero hoy me has pillado con ganas d escribir.
Pasaba por aquí. Pasaré a menudo.
Suerte.
Besos
desgracia padre seria
ser irrelevantemente irreverente.
de alguna manera todos lo somos(irrelevantes e irreverentes) y lo segundo nos sirve para creer que no somos lo primero.
Irreverente es el cañonazo de realidad que nadie quiere escuchar.
Irreverente es un Mesías en un mundo de mentiras.
Te agrego. Me ha gustado.
ivanrojo.wordpress.com
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