Los coches aparcados frente a la vía
parecen fieras desafiantes
desde el tranvía.
Los tacones hacían parecer a su paso algo firme. Pero mucho más allá del sonido, sólo un poco más arriba del suelo, Julia guardaba su mp3 en el bolsillo interno de la chaqueta mientras se acercaba a la parada del tranvía. No es que temiera a los gitanos que solían rondar por ese barrio; era por seguridad.
En el banco de la parada había un chico sentado. Tenía las manos apoyadas al lado de sus muslos, como si fuera a darse impulso de un momento a otro y saltar hacia una nueva empresa de maleante andante. El chico miró a Julia y Julia tuvo la idea de sentarse, ella y su paso firme, encima de él y comprobar la calidad de reacción del chico. Pero se abstuvo y, finalmente, se sentó al lado.
El banco se meneaba debido al nervioso tiriteo de las piernas del chico. El ruidoso ambiente al que Julia se había acostumbrado para leer se turbaba por los constantes escupitajos que él mandaba al suelo. Julia no lo soportaba. Debía leer las “60 respuestas a las 60 preguntas de los escritores noveles” para, entre otras, no llegar a casa y escribir mierdas como esta. Quería tener imaginación y una morbosidad (que no curiosidad) limitada. Realmente, rebuscar en el correo de su novio algún indicio de aventura de cualquier índole y que no fuera por ella, sino por su creatividad, evidenciaba muchas cosas.
1 comentario:
Gracias por los ánimos. Voy a ver si me pongo un poco más en serio.
Tienes un blog chulo. ¿Porqué chicles y tés?. Sólo un inglés podría hacer esa mezcla. Y vale que teneis en valencia más colonias que en gibraltar. ¿0 ahí eran macacos?.
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