Escuchas las pausadas y frías notas electrónicas mientras notas cómo el frío las sobrepasa, y el aire llega a tu oído punzando todos los poros que se va encontrando por el camino. Ha llegado el invierno a tus fugaces viajes en bici. De la facultad a la recepción del hotel; de una de las habitaciones a casa de tu madre. A veces también pasas por tu piso. Pero sólo muy esporádicamente, cuando necesitas fijar los ojos en un punto y dejar que las ensoñaciones turben tu campo de visión. O, en su defecto, cuando necesitas devorar medio kilo de galletas en menos de cinco minutos sin que nadie se lleve las manos a la cabeza al verte.
En la recepción se ven demasiadas cosas. Te permite tener una concepción general de cuántos perfiles de personas hay. A veces piensas que te estás matando pretendiendo etiquetarlo todo. Pero es el precio que ha de pagar una escritora. “Necesito mis personajes, quiero decir eso de que ellos mismos se escriben en la novela, que viven por sí solos en una pequeña página de color carne”, clamas al lujoso techo del hotel.
úrsula
Hace 5 años
1 comentario:
Eres lírica, melancólica, profunda, seguramente una neurótica, y un completo misterio...
escribe.
=)
Publicar un comentario