Existe una diferencia entre una filosofía que tiene una lógica monstruosa y aquella a la que se le puede dar una interpretación monstruosa
Raymond Aron
82 [Historia de un amor]
Úsame, utilízame. Soy un instrumento para el conocimiento de ti. Tan sólo sé tú el cauce por donde pueda transcurrir el torrente que desborda de mi centro, tan pequeño, tan limitado en este cuerpo diminuto. La energía infinita que nos conforma sólo puede hallar cabida en ese trayecto entre los seres: sólo puedo ser lo que soy cuando aquel fuego se proyecta hacia ti para luego, tal vez, retornar, o tal vez no. No importa, lo que importa es el trayecto. (...) Déjame ser agua y fuego, déjame ser la lava que soy a veces, sé mi cauce por un día, un año, un instante -los instantes, todos, son infinitos-, déjame ser en ti, pues por mí serás tú, después, en otros cuerpos.
10 [Yo]
He declarado la guerra a todos mis enemigos. Me he declarado la guerra a mí misma. He declarado la guerra al mí.
Alejaos. Temedme. Por ahora sois aún los objetos del mí. Sois el otro que me habita y me recorre con oriflamas alzados donde dice "Este es el Pabellón de las Delicias", "Este es el Pabellón del Terror". Todos sois ejércitos y lugares, a la vez ejércitos y a la vez lugares, sois el mí que acude a vosotros para odiarios o para desearos. Cuando termine esta guerra -si alguna vez termina- podremos conversar y tal vez amarnos, podremos jugar al juego de la paciencia: ese juego que consiste en abrir las distancias y volver a cerrarlas sabiendo que no existe ni el cerrar ni el abrir, ni ninguna distancia.
43
(...). Voy supurando amor por todas mis heridas y no creo, ya no puedo creer que el ansia de infinito se cure indagando en la llaga.
215 [Él]
El fondo de todos los males es la cobardía. Vence, traspasa el miedo y podrás amar.
Pregúntate: ¿de qué tienes miedo cuando hieres?
101 [Ella]
Padezco una enfermedad incurable: ser yo bajo todas mis circunstancias. Yo estoy siempre en el centro -o en el extremo- de todas las relaciones en las que me implico. No veo más que por mis ojos. Es una falta de honradez dar a entender que no hablamos desde nosotros mismos, una falsa humildad contar historias con pretensión de objetividad. Quien filosofa envuelve al crío en pañales ajenos. Sólo yo soy sujeto para mí y sólo para mí fabrico los objetos (...).
203 [Ahora]
El gozo está detrás de cada puerta, de cada paso, de cada encuentro, a pesar del cansancio, a pesar del cuerpo que se tensa para evitarlo. El gozo es visión, más acá, un poco retraída, un poco desde cierta distancia y, no obstante, adentro, en el mismo centro. El gozo es estar en mí estando en todos. Veo lo que son, veo más allá de ellos, veo lo que somos, dentro de ellos, nos veo y es tan simple, todo es tan simple que el gozo se confunde con la risa.
111 [Pero me iré a México]
Llamarían "defecto" a esta capacidad de ver distintos los lugares acostumbrados cuando ha cambiado alguna de sus circunstancias. Lo llamarían incapacidad, dificultad para la síntesis que procura el reconocimiento eliminando lo accesorio. Pero, verán: nada es accesorio. Un prado bajo la lluvia no es el mismo prado; una calle en la luz de la mañana no es la misma calle que de noche, iluminada por los focos. Y no es que se le añada simplemente la lluvia al prado o la proyección de la luz a la calle, no, es que aquello a lo que mi atención se dirige no es lo mismo, es que no veo lo mismo (...). Ningún lugar es independiente de lo que ocurre en él o, mejor dicho, ningún lugar es independiente de su ocurrir. Porque ocurren los lugares, como todo lo que existe, como nosotros. (...) Toda ruta es una aventura y sigo perdiéndome en mi propia ciudad, en estas calles que -dicen- he recorrido desde hace años cientos de veces.
¿Qué se entiende por honestidad? Para el conservador, significa un retorno a la moral tradicional y a los valores de la religión y, también, purgar del cuerpo social los rests del antiguo régimen. Para el izquierdista, quiere decir justicia social y oponerse a la privatización desbocada, etc. Una misma medida (restituir las propiedades de la Iglesia, por ejemplo) será "honesta" desde un punto de vista conservador y "deshonesta" desde una óptica de izquierdas. Cada posición (re)define tácitamente el término "honestidad" para adaptarlo a su concepción ideológico-política. Pero no nos equivoquemos, no se trata tan sólo de un conflicto entre distintos significados del término: si pensamos que no es más que un ejercicio de "clarificación semántica" podemos dejar de percibir que cada posición sostiene que "su honestidad" es la auténtica honestidad. La lucha no se limita a imponer determinados significados sino que busca apropiarse de la universalidad de la noción. Y, ¿cómo consigue un contenido particular desplazar otro contenido hasta ocupar la posición de lo universal? (...) La honestidad (...) será hegemonizada por (...) el significado que permita a los individuos plasmar en un discurso coherente sus propias experiencias de vida. La "legibilidad", claro está, no es un criterio neutro sino que es el resultado del choque ideológico. (...) Dicho de otro modo, la "legibilidad" no implica tan sólo una relación entre una infinidad de narraciones y/o descripciones en conflicto con una realidad extra-discursiva, relación en la que se acaba imponiendo la narración que mejor "se ajuste" a la realidad, sino que la relación es circular y auto-referencial: la narración pre-determina nuestra percepción de la "realidad".
Slavoj Zizek. En defensa de la intolerancia.
*por lo que los platos siempre seguirán sucios. ¡Qué ganas de ser intolerante...!
Mañana mi madre pisará esta casa refugio de soledades y polvo omnipresente, emails congelando veneno, esta casa invadida porque nosotros es un soliloquio que ignoras; verá el derrame sobre el contorno dibujado aún sabiendo que imaginar exige conocer vendrá no por favor con toda esta mierda todas estas cartitas este olor a traición los platos que yo no ensucié y qué mugre que tú nunca reinventaste nada de lo que no supieras ya las consecuencias y ya basta de comerme el tiempo con espasmos de recitar plegarias a pantallas de hablar con tildes y comas y dolor ya basta.
Mañana viene mi madre y encontrará la casa
limpia.
12.12.10
I
Morir. Morir insomne y desierta. Cuando todo huela a caléndulas y a mar. Amar. Cuando el mundo se convierta en el último murmullo de Dios, cuando no haya más silencio que el batir de alas de un pájaro ciego. Llover. Lluviar toda la fe que se me pudre en las heridas, hablar en monosílabos, morder la pulpa del dolor. Morir. Morir atenta, con el estómago vacío y los ojos muy abiertos. Mirar. Mirarlo todo, el cuerpo violentado de la niña, la sangre coagulada de los perros, el genocidio de poetas. Entender. Saber que en estas horas todo es mentira, el olvido, la guerra, la resurrección y el tiempo. Dormir. Dormir es imposible. Por eso digo que es mejor morir.
Existe, sin embargo, la caricia ausente. Existe, pues, un hombre que no te ve, pero se las ingenia para llegar a ti en .......................................................eco
y sin quererlo ni saberlo te sopla las heridas
como un tren con silbido de viento.
Sin citas ni rimas ni nombres: tiene más autoridad que tú. . Se pasea con forraje a sus espaldas,
mesurando el cielo a ojo y el barro a sus pies,
contemplando el agua como la vida. Luego,
toca mis manos.
.
Es la Paz que no tiene el devenir.
.
Deja la esquizofrenia para quienes, corroídos por la duda, dicen reinventar los símbolos y acaban únicamente destruyendo, que no transformando.
.
Me dice que me aleje.
Que no vale la pena, que recupere el sentido no llores que al final
todo es un fraude.
La hora y media de decir la verdad acabó con la piel
y sin embargo la película sigue. Todo es mentira, todo
Las medidas del Gobierno son extremadamente bienvenidas,
necesarias, y muestran determinación.
Van en la dirección correcta.
Joaquín Almunia. Comisario europeo de asuntos económicos.
Debemos estar agradecidas por el nuevo paquete de medidas que ZP anunció de soslayo en una sesión de control del gobierno, con dos minutos para hablar y sin posibilidad de que prensa y partidos políticos respondieran debidamente. Da la impresión de que él mismo se avergüenza de la noticia porque, efectivamente, anula cualquier promesa que haya hecho durante sus dos legislaturas y da la razón de una manera patética al PP.
Qué agradecidos debemos estar de que ZP se haya llevado por delante la ayuda al paro, así todas esas vagas y vagos que rechazaban trabajos por tener las espaldas cubiertas con 400 € se tendrán que poner las pilas. Porque trabajo hay, claro, y si no trabajan es porque no quieren, no porque sean, por ejemplo, personas que, tras ceder su fuerza de trabajo durante toda su vida a una internacional afincada en España, se hayan ido a la calle con un “Plan de Reestructuración” (de despidos masivos baratos) facilitado por el mismo Gobierno que ahora les niega las ayudas que palían el hecho de que ninguna empresa quiera dar trabajo a personas mayores y sin formación. Bueno, y en el supuesto de que eso ocurriera, ¿qué? Es obvio que evitar que la gente se muera de hambre es mucho menos importante que bajar los impuestos a las empresas para que ese neo-Gran Hermano llamado “los mercados” se sienta bendecido.
Se trata de sacar de un sitio lo que se deja de tener por otro. Se amplía el impuesto mínimo a más empresas, y esa falta de ingresos se arregla dinamitando el sector público y las ayudas, que no reportan beneficio inmediato. Los mercados, a diferencia de las prestaciones públicas, demuestran ser mucho más agradecidos a corto plazo. Ayer, nada más anunciar las medidas sangrantes, respondieron vía Ibex35 con su segundo mejor día del año, es decir, con gráficas a la alza y numeritos que hay que creer hoy pero que cambiarán mañana.
De lo cual se pueden extraer dos conclusiones, que posiblemente ya sabíamos de antemano, pero que se vuelven a confirmar:
La política económica se ha subyugado a los mercados: vivimos al día, pendientes de las manifestaciones arbitrarias -y al parecer deíficas- de las bolsas. Hay que contentar a los inversionistas diciéndoles “ey, mirad qué fuerte que está el Estado y cuánto dinero vamos a tener, venga, prestadnos, que no pasa nada, que el Fondo Europeo ni lo tocamos, que no es verdad que vayamos detrás de Portugal...”, aunque eso signifique implementar una política neoliberal y antisocial que va en contra de todo lo que ha predicado el gobierno hasta ahora.
Los mercados son crueles: su mejor día del año fue cuando vendimos dinero a Grecia con un interés sangrante como supuesto “rescate”; y su segundo mejor día es cuando se dan vía libre a las privatizaciones del sector público y se reducen las ayudas sociales. A este ente abstracto, colectivo y por tanto deshumanizado, pero que se personaliza para poder decir lo que le gusta o no (lo que los inversores piensan que les dará dinero), es a quien intentamos contentar.
Si hay que confiar en que suprimiendo las ayudas sociales, librando de impuestos a las empresas y cediendo sectores públicos al capital privado, no sólo vamos a reducir el déficit en febrero como dijo Salgado sino que también vamos a salir de la crisis y no a profundizar en ella, yo sólo me atrevo a decir una cosa: Amén.
Nuestra venganza es el amor, Veronique, te dije aquella noche en Pont des Arts, el frío nos hacía temblar las manos -el frío, el amor- desear un café con leche calentito que nos costara cinco francos mientras buscábamos dónde diablos echarnos a dormir esa noche sin atraer a los flics y tú chupabas hasta el tuétano hasta el capullo el último cigarrillo de la caja. Es seguro que nuestra venganza será el amor poder amar, todavía poder amar, a pesar de todo a pesar de según sin dónde cómo cuándo pero antes, te juro -me dijo Veronique- me gustaría mucho mandar a la mierda a unos cuantos hijos de puta, porque soy civilizada, y hago el amor con preservativo.
Es un mundo esto de las conexiones mentales. Me refiero a cuando te tocas la nariz frente al cartel del próximo concierto de Luis Miguel y te viene a la mente, como atraído por una lógica aberrante, el capítulo que te dejaste por leer de ese libro tan denso sobre teoría política; o cuando llegas a la nueva casa de un amigo y sientes que en realidad has vuelto a la casa de tu tía de Alicante, con la que veraneábais cuando eras pequeña.
Bueno, ya sabéis a lo que me refiero. El caso es que una de esas raras conexiones mentales es la culpable de esta entrada. Yo escuchaba esta música y entonces, posiblemente gracias a la sospechosa atracción que me crean los primeros acordes, he recordado el baile con el que la Oscuridad -así, a palo seco- seduce a la princesa Lili en la maravillosa película Legend, dirigida por Ridley Scott y protagonizada por un jovencísimo (tiene incluso cara tonto, o tonto-joven por si alguien considera que la sigue teniendo) Tom Cruise.
La escena es inquietante y original a la hora de mostrar la seducción del mundo del Mal, más por el tratamiento escénico que por la idea en sí. El contexto dentro de la película es el siguiente: el Señor de la Oscuridad (Mr. Darkness) desea a la princesa Lili y pide consejo a su padre, quien le dice que lo que le atrae tanto es la pureza de su alma, por lo tendrá que cortejarla para que ella libremente vaya hacia él y sea "uno de los suyos". Woo her (voz de ultratumba).
(Por cuestiones que no llego a comprender muy bien, Scott hizo dos versiones distintas para públicos taaan diferentes como lo son el europeo y el estadounidense. Uno de los cambios es la banda sonora, que mientras para la versión europea estaba dirigida por Jerry Goldsmith, para los EE.UU. intervino Tangerine Dream. A mí personalmente me gusta más la versión europea: es más moderada, pero a la vez la encuentro más agresiva, con menos florituras. Exagerando, es como si le pidieras a Kubrick que cambiara esos cuatro exasperantes y enigmáticos acordes de Eyes Wide Shut por una danza orquestral: pues no).
Volver a las películas de la infancia es algo que cada vez me gusta más. Ya hice una seña en clave de humor a Labirynth, en la que un ambiguo David Bowie canta y baila rodeado de muñecos de trapo en su mundo de Goblins. Ambas películas (Labirynth, '86, y Legend, '85) tienen en común algunos aspectos, aparte del más evidente que es que forman parte de esa oleada de pelis infantiles con gnomos, hadas, ogros, elfos y muñecos de trapo en general articulados en una narración en la que cualquier magia vale (El cristal oscuro, '82; La historia interminable, '84...). Concretamente, uno de los aspectos en común es que El Malo se enamora de La Chica -es decir, se humaniza al que se supone que, oh, no tiene corazón- e intenta seducirla mediante, a falta de benzodiacepina que echar a la bebida, El Baile. A ninguno de los dos les funciona, pero lo intentan hasta el fracaso.
Pero no me voy a extender explicando un argumento que per se no tiene interés. Ésta es una película con una trama para niños y niñas y una puesta escena para adultas y adultos. No sólo por los juegos de iluminación, la caracterización -bestial, y nunca mejor dicho, en el caso de Mr. Darkness- de los personajes y la belleza de la fotografía, sino por algunas partes del guión. Sobre todo, y reconozco que ésta es una revisión que se halla condicionada por los videos de Youtube, durante la conversación que Lili tiene con El señor de la oscuridad, tras haberse dejado seducir por los regalos del Mal (ropa y joyas: cause we are living in a material world and I'm a material girl).
A mí de pequeña me daba mucho miedo el poderoso señor de la Oscuridad. Tim Curry se ganó a pulso los aplausos que merecía su risa malévola, rictus que luego repetiría en el también espeluznante papel de It.
Hay que percatarse del truco del almendruco que el Señor de la Oscuridad intenta con Lili (también es normal, con ese nombre ¿quién no va a pensar que es tonta?). Ella le reprocha que le ha robado sus sueños al convertirla en la "señora de la Oscuridad". A lo que él contesta:
"Todo ha cambiado, lady. Los sueños de la juventud son los arrepentimientos de la madurez. Los sueños son mi especialidad: a través de los sueños puedo influenciar a la humanidad. Mi sueño es una eternidad contigo".
Bien, tenemos aquí cuatro aserciones:
1. Todo ha cambiado
2. Los sueños van de la mano de la juventud y se contraponen a la madurez. Ella representa el idealismo y él, el realismo.
3. Los sueños son una debilidad del ser humano que el Mal aprovecha. A través del idealismo, el Mal influencia al género humano. El idealismo conlleva hacer cosas mal y desemboca necesariamente en el arrepentimiento en la madurez.
4. Mr. Darkness también tiene sueños.
Bien, ahora vayamos a las lecturas. La subyacente al entramado de la historia sería que el infierno es un lugar intrínseco al ser humano, parte natural de la evolución ideológico-mental a la que todos llegamos cuando en la madurez hemos perdido la ilusión por las cosas. Una visión muy pesimista, sí. Además de política, porque, ¿no es esta teoría aplicable a las evoluciones político-ideológicas de personajes como Pío Moa, Consuelo Císcar, Losantos...? ¿No responde a la máxima de que cuando una se hace mayor, se asienta y se va pal centro-derecha del sillón? Por no hablar de que la Madurez (realismo) seduce a la Juventud (idealismo) con ropa y joyas. ¿Nos quiere decir Scott que la vida material es en realidad una gangrena para los sueños, para las ilusiones por cambiar algo? Cause we are living in a material world and I'm a material girl. Está claro que sí.
La lógica conclusiva de las aserciones 2 y 3 se contrapone a la de las aserciones 1 y 4. Seguro que en Lógica esto tiene alguna formulita, pero no estoy muy ducha en ello. El caso es que el truco de Mr. Darkness es mostrarse él también como humano. La cuestión es: ¿es verdad o es sólo una artimaña para llevarse a Lili finalmente a su terreno?
Le dice: "ey, yo también tengo sueños, estoy tocado y la razón eres tú, lady. Toma mi alma y mi amor", volviendo de esta forma a la primera afirmación: todo ha cambiado, yo puedo influenciar a la humanidad pero la humanidad a mí también, no soy intocable. La joven Lili se ha dejado seducir por el Mal, pero es que el Mal también es ahora un poco humano.
"- Eres asqueroso, no eres más que un animal. - Todos nosotros somos animales, my lady."
Hay un tira y afloja todo el rato con el que Mr. Darkness pretende crear un marco en común entre él y Lili. Todos somos animales y humanos a la vez, no somos tan diferentes: mírame, Lili, yo también tengo sueños y, por consiguiente, el amor es un valor universal que escapa a cosmovisiones, edades, zoofilias y calcetines de colores.
Sin embargo, Lili no se lo cree y ridiculiza al Señor Rojociclao -como se puede ver en la caída de ojos de este monumental minotauro- sugiriéndole: ¿Amor? Me hablas de amor cuando no sabes lo que es ni puedes sentirlo. Le acusa de mentiroso, deja sus intentos por acercarse a ella a la altura de una simple obsesión. Lo cual se complementaría al hecho de que si no la viola ahí mismo es porque -además de que sigue siendo una película infantil- su padre le ha dicho que ha de cortejarla y llevarla a su terreno o si no, no conseguirá nada. Ella ha de dar su consentimiento sentándose en la silla (seguro que en el hecho de que su entrada al infierno se simbolice a través del culo hay alguna lectura psicoanalítica en la que no quiero profundizar), y Mr. Darkness, que no sabe cómo convencerla para que lo haga, se enfada mucho mucho a cada negativa. Hasta que ella le da una última concesión: si me dejas matar al unicornio, seré tuya. Y el muy tonto acepta con una risa casi orgásmica, la cree capaz de volverse mala y no ve la futura traición.
Cabe la posibilidad, entonces, de que realmente sí que esté enamorado y las aserciones 2 y 3 (soy maduro y no tengo ilusiones) sean compatibles a la 1 y 4 (he encontrado un punto de luz en el que creer y volver así a ser joven). Puede que Mr. Darkness haya dejado de lado su pesimismo y los arrepentimientos de la madurez ante la posibilidad de conseguir su sueño: vivir eternamente con ella.
Perdonadme el atrevimiento, pero: ¿no se parece un poco a la historia de El último Tango en París? El viejo pesimista, derrotado junto al fracaso de una revolución que en realidad nunca triunfó, hace una concesión a los sueños, a la transgresión, en un piso oscuro, ahistórico y vacío con una joven que representa la ilusión conformista por la vida. Ambos seres maduros viven en el pesimismo del arrepentimiento hasta que una mujer -no entraré a analizar que el pesimismo venga de la mano del hombre y la ilusión de la mujer, porque si no estamos aquí hasta mañana- les presenta la posibilidad de salir de ella. Y ellos creen, hacen una concesión a la aventura: bailan. Eso sí, se guardan las espaldas poniendo ellos mismos las normas (en el caso de El último... él impone la regla de no saber nada el uno del otro; en el caso de Legend, Mr. Darkness lleva a Lili a su terreno en el infierno), pero entran en el juego, se permiten creer que pueden volver a la ilusión de su juventud, que se pueden enamorar.
Y, como todo atrevimiento (¿cómo te permites volver a creer, intentar revertir la natural evolución; cómo pretendes, tú que estabas en el último estadio de los sueños, volver a la ilusión de la inexperiencia?), tiene sus consecuencias. Salir de la caverna hace daño, no se puede pasar a la luz desde la oscuridad sin que ello tenga repercusiones. Ellos pagan su último baile con la muerte. Scott y Bertolucci llevan su pesimismo hasta las últimas consecuencias, nos dicen: el amor, la transgresión, como la revolución, está condenado al fracaso. Lo cual no suprime su funcionalidad: nos permite saber que puede existir, que es posible, al menos, volver a creer.
Es ella. The Loglady ha aparecido en la sala de lectura con sus grandes monturas en unas gafas que parecen no tener cristal y, en lugar de un tronco, lleva una maleta llena de libros.
Coincidir con ella es normal, además de peculiar. Desde hace tres años ronda los alrededores de la universidad -bibliotecas y salas de estudio- cargada con su maleta de sabiduría. Llega, echa un vistazo -todo está en orden, mis niños- y se va sin que las ruedas de la maleta hagan el menor ruido.
Es ahora cuando caigo en la cuenta de que, posiblemente, está a la espera de que alguien le pare y le pregunte:
- Mrs. Loglady, ¿quién de nosotros cometió el asesinato?
Hace unos días pedía consejo a la señorita Poplolipop sobre asuntos banales y nada interesantes para lo que nos ocupa, que fueron a desembocar al tema de la dignidad, éste sí, de relevancia suprema. ¿Y qué pasará con mi dignidad si hago ésto o aquéllo?, preguntaba yo entre melífluas lamentaciones hasta que ella, en un ácido arrebato que le agradeceré siempre, cortó en seco:
- ¿Dignidad? ¿Pero es que no sabes que todos llevamos un cagallón dentro? ¿Te crees que eso es digno? - ¿Te refieres a que todos tenemos una semilla del miedo en nuestro interior?
- Mierda, cielo, me refiero a La Mierda. Todas y todos llevamos una gran mierda en nuestro intestino, en todo momento. Nadie tiene dignidad.
El tema escatológico volvió a mí en todo su esplendor justo ayer, cuando un libro de Antonin Artaud brilló entre la sección de ofertas de poesía de la librería París-Valencia. Al abrirlo, no pude más que soltar una carcajada en honor a Lola. Había surgido una bonita amistad transhistórica entre un surrealista y una filósofa de la cotidianeidad.
LA BÚSQUEDA DE LA FECALIDAD
Allí donde huele a mierda huele a ser. El hombre hubiera podido muy bien no cagar, no abrir el bolsillo anal, pero eligió cagar como hubiera elegido vivir en vez de aceptar vivir muerto.
Para no hacer caca, tendría que haber consentido no ser, sin embargo, no se decidió a perder ...........................el ser, es decir, a morir viviendo.
Hay en la existencia algo particularmente tentador ...........................para el hombre y ese algo es ...........................LA CACA ...........................(aquí, rugido) (...)
Dios ¿es un ser? Si lo es, es la mierda. Si no lo es no existe. O bien sólo existe como el vacío que avanza con todas sus formas y cuya representación más perfecta es la marcha de un grupo incalculable de ladillas.
Bien. Ahora, si me permitís, me siento en la obligación, por respeto a Artaud, de contextualizar este poema. El libro en cuestión se llama "Para terminar con el juicio de dios y otros poemas", de la colección que la Editorial MCA denominó -con cierta sorna- "La nave de los locos", y recoge el guión (guión-poemas) que Artaud escribió para un programa de la radio francesa que nunca llegó a emitirse porque el director se escandalizó debido a la virulencia del lenguaje.
Cierto es que Artaud recuerda a estos personajes irreverentes en plan Cela, con su denominación al Cervantes (que un año más tarde recibiría gustosamente) como un premio "cubierto de mierda"; u otros tantos que se cagaban en todo. Pero lo de Artaud no eran, simplemente, ganas de despreciar.
Todos deben comprender que estamos hasta la coronilla de la su- ciedad tanto física como fisológica y desear un cambio corporal de fondo
Hay en realidad toda una alegoría política -cómo no! ya estamos otra vez!- en su imaginario escatológico-corporal. Artaud contempla en todo momento un "afuera" y un "adentro" que tienen como límites simbólicos el cuerpo humano, que sería el campo de batalla de una guerra que, aunque individual, es social. Guerra convertida en locura. Locura que, como dice Alberto Drazul en el prólogo del libro antes mencionado, "es un esfínter que descarga mierda". La excreción vuelve a nosotras, así que lo que cabe preguntarse finalmente es ¿y qué es la mierda?
Hay que tener aquí en cuenta que Artaud, polifacético, trabajó muy a fondo con el teatro, siendo el fundador de las principales ideas del teatro de la crueldad. Para él, el teatro era la vida en tanto que recreaba una sociedad cuya presencia sí tenía trascendencia. Artaud no creía ya en los sistemas ni en las posiciones intelectuales; contemplaba la vida, por tanto, como un espectáculo sin explicación. Puede que lo más representativo de esta creencia fuera que contribuyera en las ideas esenciales del Manifiesto Surrealista de su amigo André Breton.
Cuando hablamos de "la vida", nos referimos, obviamente, a la vida burguesa: la cultura occidental (se fue a México para vivir con indígenas y experimentar con el peyote) y su pensamiento insensato, privado de sentido e incompresible. Para Artaud los locos son ellos, que convierten todo en espectáculo, incluso a las personas (nuestro amigo estuvo nueve años en tratamiento psiquiátrico, y su historia me recuerda tristemente a la de Leopoldo María Panero, a cuyas presentaciones de libros acuden las personas como un público esperando que el elefante levante la trompa).
Es probable, por tanto, que Antonín relacionara íntimamente su idea de Mierda con los postulados de la vida burguesa; y que la locura fuera para él un nuevo estado en el que no hay adentro ni afuera, y en el que la verdadhabla. Si la idea despoja al cuerpo, el cuerpo deja de ser un espectáculo.
Es cierto que Artaud quería, claramente, provocar. Pero eso no quita para que, tras el primer impacto (en cierta manera hablar sobre la mierda en un poema sigue los principios del teatro de la crueldad), haya una de-uncia clara a aspectos específicos de la sociedad pequeño-burguesa y al capitalismo americano: "Es una innnovable victoria la obtenida por la religión, la sociedad y la ciencia sobre la conciencia humana al llevarla en un momento dado a abandonar su cuerpo". Su patetismo respecto a la sociedad hace que su propuesta más sincera sea volver al terreno corporal, guerrear en él y, después, soltar toda la mierda en forma de purga espiritual. El guión que escribió para la radio refleja, de alguna manera, ese propósito. De él, y con esto me despido, escribió:
(...) quería una obra nueva, que apresara algunos puntos orgánicos de vida, una obra en la que uno sienta todo el sistema nervioso iluminado como en el fotóforo con vibraciones consonancias que inviten al hombre a salir con su cuerpo (...)
Cómo vas a luchar
sin escudos con los que protegerte
del equipaje ajeno,
cómo
vas a luchar,
................ilusa,
si la herida que te deforma
es una guerra
propia.
Ya o todavía. Ya no queda más dinero suelto para jugar a las máquinas o todavía guardo un billete arrugado, que puedo cambiar, en el bolsillo del abrigo.
Todavía puedo echar el bofe o es mejor que ya no me esfuerce demasiado subiendo las cuestas.
Todavía puedo reventarme el corazón. O ya le he dado una pastilla para dormir y es un mar azul de la tranquilidad.
en Perra Mentirosa
Hay hombres en mi vida que no son mi marido ni mi padre, que no son mis amantes ni mis novios. Que están ahí y que me hacen temblar cuando me cercan con palabras que no entiendo y que a menudo no sé cuántas cosas significan.
¡Oído, cocina!: A Mayakovski, el poeta de la revolución bolchevique por definición, quien apostaba por un arte y trabajo intelectual de clase, también le iba poesía intimista y escribía -cuando a él le daba la real gana, claro- a los "amores puros", la imposibilidad de "besar eternamente" y sobre su "corazón de un loco". ¿Es incompatible la poesía social y la intimista? Parece que no. Lo insano aquí es caer en un planteamiento dicotómico del discurso poético. La privacidad puede ser tratada como parte integrante de la vida social; el individuo y su subjetividad han de ser el motor de la revolución (dicen por ahí que Lúkacs hablaba de subjetividad revolucionaria...). Hablar del mundo, además de reflejar pasivamente, es también proponer, proyectar uno posible. En el incesante renovarse de este espacio toma cuerpo la esperanza, dice el colectivo Alicia Bajo Cero en su ensayo Poesía y Poder, en un claro rebate a los supuestos valores universalistas. Proponme un cambio de paradigma, dime que las personas son viajes en sí mismas, asume tu responsabilidad comunicativa y, aunque me cuentes que has visto una cucaracha por la mañana, seguirás haciendo poesía social. Y yo, cómo no, la seguiré leyendo. Pero ahora, Mayakovski:
Con su cuchillo en la mano llegó la noche. Su puñalada me alcanza, me hiere. ¡Se acabó! Rodaron las doce como la cabeza degollada del condenado. (...) La gente husmea, huele a chamusquina. Llamaron y vinieron: ¡refulgentes de castos! -Con botas no se puede entrar. Digan a esos bomberos que al corazón ardiendo se sube con caricias. (...) Ante gentes temlorosas en la quietud doméstica, un fulgor de cien miradas quiere llegar del puerto. Lanzad un último grito. Contad entre gemidos a los siglos, aunque no sea más, que estoy ardiendo. (...) Por las calles pasan las gentes sacudiendo sus papos de muchos pliegues Asoman sus ojos raídos por cuarenta años de uso, se ríen de que entre los dientes llevo otra vez los restos de las caricias pasadas como migas de pan colgando.
El acontecimiento no es lo que ocurre (accidente), es en lo que ocurre lo expresado mismo que nos hace seña y nos espera. (...) es lo que debe ser comprendido, lo que debe ser querido, lo que debe ser representado en lo que ocurre.
G. Deleuze
Para que algo acontezca no basta un accidente, no es suficiente un muerto, ni dos, ni dos millones. Un acontecimiento es un olor que espera que alguien lo respire, una herida que aguarda encarnarse, el agua de un torrente inundando los poros, una mirada que cruza el aire y encuentra a alquien que le hace señas y en la seña, en ella, se reconoce. Uno puede negarse al acontecimiento y convertir su historia en un simple resumen de lo ocurrido, pasos que no devienen cruce y se apagan en vida, o se secan. Uno puede negarse a saberse en el otro, basta con acercarse a todo con un walkman conectado a la carne, enfundado el cerebro en aquella sustancia impermeable que nos inmuniza, basta con refugiarse en un desmayo a tiempo, en el deseo de amar, u ocultarse en la furia o en el número de una cuenta bancaria. De hecho, lo más frecuente es que llevemos cosida el alma a su forro como los trajes nuevos sus bolsillos, para evitar que se deformen por el peso.
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Mejor no diga nada. Sería inútil. Ya ha pasado. Fue una chispa, un instante, Aconteció. Yo acontecí en ese instante. Puede que usted también lo hiciera. Suele ocurrir con los poemas terminan condensándose las formas en nuestros ojos como el vaho sobre un cristal helado; las formas, con su herida. Pues quien construye el texto elige el tono, el escenario, dispone perspectivas, inventa personajes, propone sus encuentros, les dicta los impulsos, pero la herida no, la herida nos precede, no inventamos la herida, venimos a ella y la reconocemos.
La gente busca pareja y "establece relaciones" para evitar las tribulaciones de la fragilidad, sólo para descubrir que esa fragilidad resulta aún más penosa que antes. Lo que se esperaba y pretendía que fuera un refugio (tal vez el refugio) contra la fragilidad demuestra ser una y otra vez su caldo de cultivo.
Sientes moverte entre márgenes rectos y limpios pero de repente una risa tajante te ataca desde varios puntos, líneas viudas que parecían seguras. El viento derriba -hoy- los árboles más altos y tú te ríes con él, porque todo es risible, y volátil, y relativo. Amigos ante los que defenderse; exámenes de fidelidad; cuencos de comida escarchada. Entonces llega la pregunta esperada y que tú también formulas aunque lo niegues: ¿Has perdido ya el sentido? ¿Te has vuelto relativa tú también? ¿Puedes reencontrar la coherencia, el despiste y la empatía? Este cuerpo moldeable que ahora es impasible, respira -seguro- en algún lugar; allá en la lejanía. Aunque las suelas calcinadas de las botas lo hagan más difícil. Aunque tu esencia sea aire y agua cada vez menos. Él hubiera dicho que las personas que de verdad aman no entienden de sexos, porque no se enamoran de una imagen ni de un molde ni de un parapeto de garantías; se enamoran de la carne y del movimiento tras las cuencas de los ojos. Él hubiera dicho que para qué quieres botas, que dónde te mueves, que cuándo y cómo sonríe allá, en la lejanía, tu cuerpo...
Mexicano. Su poesía de esos primeros años del S.XX es, a veces, prosa. Las explicaciones ambiguas le fascinan y su mundo es alegórico pero muy real al paladar pupilar. Me gusta descifrar claves, me gusta Gilberto Owen:
Viento
Cuando quise volver, no había ya nadie más que aquel frío seco, en cuclillas, fakir famélico. Cogí un rincón de mi recámara y me lo eché sobre los hombros. La noche me quitaba esta sábana para el hijo mimado. La pared se alejaba jugando con él.
Me puse a mirar el Niágara que habrá, detrás y arriba, y la instalación de turbinas necesaria para alimentar alfa voltios de soles y de estrellas. Le pregunté a Esopo a qué hora llegaría: "Anda", me dijo, pues quería calcular la velocidad de mi marcha y la fuerza de mis ideas generales. Pero ahí estaba el viento, para contar mis versos con los dedos. Deshojaba unas margaritas negras, y el último pétalo decía que no invariablemente. En vano denuncié a gritos la trampa. Todas las casas estaban ciegas y sordas como tapias. Hasta las paredes. Hasta los que usan monoclo habrían llorado.
Llamé tan fuerte, que se cayó una estrella: “Formula un deseo”, me dijo mi ángel. Entonces abrí el estuche de terciopelo negro y fui sacando las cosas del mundo, poco a poco, ordenándolas. Alguien, sin despertar, dejaba de dormir y lloraba. El sol espiaba cauto entre dos lomas si ya lo había arreglado yo todo, como los cómicos que miran por un agujerito del telón el estado del público.
Sonó el cencerro, al cuello de la iglesia, y las casas echaron a andar rumbo al campo y llegaron a mí, que no podía ir a ellas.
Cuando decimos que un reloj hace tic-tac, sostiene Kermode, estamos otorgando al ruido una estructura ficcional, que diferencia entre dos sonidos que, físicamente, son iguales, de modo que tic sea un principio y tac sea un final. Oímos en realidad tic-tic, así que el tic-tac del reloj sería el modelo de lo que llamamos trama, una estructuración que da forma al tiempo y así lo humaniza. (Tac-tic sería en cambio la trama del Ulises, de Joyce, añade Kermode, no sin humor).
(...). Llegado a este punto, veo la sombra del fin avanzar sobre estas líneas. Adoro la continuidad, pero ella no me quiere a mí. Debo acabar y, por tanto, trazar el sentido que le doy a mi mundo, o al mundo de este artículo, y digo, así a bote pronto, que lo mejor será abrir los ojos y contemplar el desorden. Tac-tic. No se trata de un desorden que quepa comprender. Propongo que lo dejemos entrar porque es la verdad. Propongo un ventanal abierto. Que entre el desorden en la continuidad.
Florence Thomas escribe un ensayo autobiográfico de lo más esclarecedor. Creo que me estoy viciando a este tipo de literatura por-para mujeres (¡que se mueran los beats, el psicoanalismo y, sí, también el marxismo!). Os dejo un fragmento (uno de muchos) que me ha gustado especialmente:
También hubo amantes. Fueron pocos, y aparte del primero (…), los otros no hicieron sino reafirmarle lo mismo: que nada había de nuevo bajo el sol en lo que respecta a las relaciones de género, nada que no permitiera darle otra posibilidad al amor bajo nuevos parámetros. Con sus amantes -tres, cuatro tal vez- no podía sino repetir aquello de lo cual deseaba huir. Con ellos, paradójicamente, hizo el irreversible aprendizaje de la soledad que se convertiría en amor a la soledad y que le permitiría por fin confrontarse consigo misma, sin miedo, sin temor y con un inmenso e inaugural goce.
Entre los hombres también están los amigos, los verdaderos, aquéllos que nos permiten recordar que todos y todas pertenecemos a la especie humana y que pueden existir relaciones entre hombres y mujeres exentas de poder, de deseo, de cálculos, de envidias. Ella tenía amigos de éstos, dos, tres, no más, con los cuáles podía reírse del feminismo o defenderlo acaloradamente, porque ellos la aceptaban tal cual, sin pedirle cuentas ni argumentaciones académicas. Y en contraparte ella aceptaba sus arranques de machismo, sus ritos a veces tan masculinos, porque ellos, después de todo, no hacían parte de lo que soñaba cambiar; por ser sus amigos gozaban de una condición particular que no se podía justificar ni argumentar. Eran sus amigos. Punto. Y esto también fue importante para ella, porque le permitía tomar conciencia de la mujer patriarcal que la habitaba y que no quería o no podía erradicar del todo. Y supo asumir esas contradicciones que tal vez la hacían más humana. Nunca podría ser una feminista radical ni traicionar su sentir, eso lo sabía.
"(...) y a pesar de la pintura es como si cuarenta borrachos se hubieran arrastrado entre las sombras y hubieran muerto y se hubieran puesto negros y hubieran explotado y lanzado una miríada de espiroquetas que hubieran quedado incrustadas en cada madero, en cada listón, cada grieta, cada astilla, cada desconchón de pintura”.
La pintura sólo cubre. No destruye. La pintura es útil momentáneamente. La pintura no soluciona nada.
Compartíamos el espacio, nuestras paredes vírgenes de graffitis y la apariencia del hogar, pero esa experiencia crecía fragmentada dentro cada uno. Estábamos aislados, cada uno en su pequeña isla, narrando nuestra propia historia; lo que en mí conducía inevitablemente al aislamiento. En ese cuarto rojo con la mesa baja de madera yo vivía, menos cuando tenía que alimentarme y entonces iba a la cocina, me preparaba un bocata de queso robado (sabía mejor) y volvía a mi habitación con el pan dorado por la sandwichera. Me sentaba en el colchón hinchable, apoyaba los codos en la madera maciza y miraba a la pantalla del portátil, inmóvil pero enérgica como la sabiduría, y la vida, te lo juro, me rebotaba en el ojo. En ese momento, por muy triste que resulte decirlo, Internet era mi compañero vital. Llenaba mis días. Me daba música, películas, telediarios, series. Y yo era la Harold de Twin Peaks. Twin Peaks era mi cuarto de treinta metros cuadrados, donde intervenían esporádicamente un agente que ponía en práctica la ley mediante técnicas oníricas, una femme fatale asiática atraída por los pantalones ajustados, un tronco-niño que revela pistas a su intérprete, un malísimo rico enamoradizo y tonto e incluso una joven de doble vida que yacía muerta en la orilla. En la orilla de mi habitación. Y yo era Harold, aislada en mi casa, rodeada de libros que no hacían más que reafirmarme en mi escepticismo frente al género humano: “Hay cosas que no se pueden encontrar en ninguna parte, pero creemos que las podemos encontrar en personas”. La joven muerta asiente conmigo mientras subo el volumen del portátil. Mi habitación colinda con la cocina, ha venido gente a cenar y han puesto música. Minor Thread. Entonces la pared retumba como si la casa estuviera latiendo.
"Montañesa es una chica alta, grande y guapa, de pelo castaño oscuro que le cae hasta los hombros; los dos tercios finales parecen una brocha untada de pintura amarillo cadmio (secuela de cuando se lo tiñó de rubio en México)".
Y yo quería tener algo gordo detrás, huir de algún buen marrón que incluyera escaparates rotos, violencia contra El Capital o, por qué no, drogas duras. Pero no. Yo simplemente venía de una vida fácil aderezada con cocidos de mi madre y pequeñas revoluciones que acababan cuando los barrenderos limpiaban las calles llenas de panfletos. Además, tenía un ordinario pelo largo y una bufanda rosa que no decían nada bizarro de mí. Recórcholis, si es que nadie dejó que me explicara. No puedes aprender de lo que te rodea cuando tus sentidos están esposados a la espalda.
"Siento que estoy experimentando algo que el mundo exterior, el mundo del que provengo,no podría comprender, y es una metáfora -la escena toda- muy antigua y vasta, mucho más vasta que...".
Aham.
"Y llega Paul Foster. Foster, según se me informa, es una especie de genio loco; un genio de las computadoras a quien compañías tales como Techiniflex, Digitron, Solartex o Automaton persiguen para ofrecerle montones de dinero para que les haga tal o cual cosa... Si es un genio o no, no sabría decirlo. Lo que sí tiene, sin lugar a dudas, es pinta de loco".
Subí las escaleras, con la mirada siempre fija en la cálida luz que producían dos bombillas colocadas en el interior de un largo tubo de plástico que colgaba junto a la barandilla. De la cocina surgían voces, había mucha gente. Era el cumpleaños de Mayra y, aunque sólo llevaba dos días en La Casa, había montado una gran cena invitando a mucha gente desconocida para mí. Eso era vivir en una casa okupa, tener siempre gente en el salón, me dije.
Afortunadamente, no me fue difícil encontrar un pequeño sitio en el rincón de la mesa para disfrutar de la sopa caliente. También encontré conversación. Un tal Harry, tras descubrir yo la piedra angular de sus conversaciones -la informática-, me entretuvo describiendo, incomprensiblemente para mí, cómo programar las websites de los catálogos de bibliotecas.
Mientras asentía con la cabeza, disimulando mi ignorancia de la forma más sutil que podía, diseccionaba sus gestos y miraba esos ojos entornados por la sonrisa, enmarcados en gafas y rastas rubias, y de repente tuve dos mil años y supe que le gustaba. La locura que descubriría después, sin embargo, se escapó por algunos intervalos de tiempo, entre sorbo y sorbo de sopa.
"Se cepilla los dientes después de cada comida pese a que viven en este garaje, como gitanos, pese a que viven sin agua caliente, sin retrete, sin camas, que duermen en un par de colchones en los que la suciedad, el polvo, las humedades y las efusiones se mezclan y fusionan con el relleno hasta formar un todo indisoluble...".
La Casa es un ser autónomo. Sus fines son tantos como formas de usarla. Porque, sí, ese espacio que mágicamente construyen unos ladrillos y un poco de argamasa, es un espacio en comunión con quienes la habitan y le dan un uso. Es como la tecnología, neutra, sumisa a la espera de que alguien le de significado utilizándola. La tecnología no es mala en sí; la casa no es burguesa en sí. Porque a pesar de lo que digan algunas empresarias y algunos amos de casa, la vida cotidiana es política. Y no hace falta pasar hambre o dormir en el suelo para hacer uso de la política que esconde ese espacio mágico que llamamos Casa. La esencia de la revolución, como decía Henri Hefebvre, es cambiar la vida.
Y se lo creen. Todo en la vida de una persona tiene... sentido. Y todo el mundo se pone en guardia, y trata de descifrar los significados. Y las vibraciones. Las vibraciones nunca tienen fin. (…) Todos están atentos al más mínimo incidente para convertirlo inmediatamente en metáfora de la vida. La vida de cada cual se vuelve en todo momento más fabulosa que el más fabuloso de los libros. Es un camelo, maldita sea..., pero místico..., y al cabo de un tiempo empieza a contaminarte, como una picazón, como una roséola.
Es un espasmo de realidad en medio de la noche. La contaminación. Tan pura, esa erupción...
Por un momento he querido que todas las cosas que nos rodeaban cobraran vida: que la mesa se tropezara para minimizar mi caida, que los libros taparan mi voz; que el aire cobrara cuerpo y se sentara entre los nuestros. Pero no, ahí sólo estaba yo. Yo, abríendome en canal y llorando, ay de ti llorona, mientras apartaba mi abrazo. Es duro que te aparten cuando vas a abrazar a alguien, y es duro llorar cuando la otra persona piensa que eres una auténtica gilipollas: te sientes isla, te conviertes de repente en un archipiélago Svalbard frio e inahabitado. Ay llorona, que no te descubran, ¿no ves que no contestará a tus cartas? ¿No comprendes que si te abres en canal lo único que haces es mostrar más tu vacuidad ártica, Svalbard, tus amplias extensiones nevadas? De nada sirve la especulación, tus colonias aisladas están incomunicadas, la tierra es inerte y tú eres pura fragmentación y belleza salvaje, Svalbard: vida e incertidumbre, tú eres la modernidad que nunca podrá salvarte; tú eres un despropósito en la era de la globalización y la hipercomunicación. Asúmelo. Porque no serás tú quien traiga la vida a esta isla.
Lots of sex, eso es lo que queréis, que lo sé. Hoy me he tomado un RedBull y estoy a tope baby no puedo dormir, e Internet va mucho más rápido a las tres, seh, yeah, lots of sex, sangre y porno que os contaré al amanecer.
Porque hoy/ en realidad hoy he sido consciente de mi cruda realidad. Veréis: Yo, intentaba dormir sin música y con taurina y con el ruido de la cortina arrastrando los papeles del escritorio y entonces he pensado ¡hostia/ pero sí es la primera vez que oigo un ruido que no he provocado yo! Y ahí he caído en la cuenta de que llevo mucho viviendo sola, sí, en la más absoluta y pura soledad, ay. Es todo tan dramático que, joder, me da pena destrozarlo diciendo que en realidad no me desagrada que nadie proteste porque dejo la mochila en el sofá, y que los pendientes aparezcan en la pila del baño por la mañana porque ahí es donde los dejé ayer, y también que me encuentro absolutamente bien chupando el chocolate reseco de los vasos y reutilizando el aceite de las sartenes, y que, amigos, está de puta madre volver a casa cuando las manecillas ya no importan, y lavar toda la ropa junta, y gritar en la ducha y cambiar la tele por unos altavoces y la-lalala cocinar en bolas- fun for me y, ah, Qué os voy a contar yo, si en realidad lo que queréis es que os recuerde que todos estamos solos cuando nadie nos ve. Aquí lo tenéis. Con todos ustedes, Roísín Murphy:
Cuando conocí a Marta, en lo primero que pensé es en lo mucho que se parecía su cara a un cuadro de Modigliani. Por aquella época yo trabajaba como desnudo para artistas principiantes y había cogido gusto a saber, brevemente y tirando de Wikipedia, las vidas y obras de algunos pintores. Modigliani me fascinaba: tenía ese punto de tristeza y patetismo que enriquece el arte y acaba con el artista. Y Marta tenia la cara alargada y mucha nariz -luego sabría que también tenía mucho morro-: un calco de sus obras.
Respecto al trabajo, no ganaba mucho, pero contando con que los requisitos -enseñar mi cuerpo con naturalidad y estar quieta durante dos horas- los cumplía sin demasiada inconveniencia, era un gran negocio. Tal era mi entusiasmo, que incluso le propuse a Marta que trabajara conmigo en el taller de la Escuela de Arte, pues muchas veces se necesitaba más de una modelo. Su cuerpo, delgado, sufría de una deformidad que resultaba atractiva a muchas personas. Aunque, ya le decía yo, lo bonito del trabajo era que no había que encajar en ningún canon estético.
- ¿Has visto la película? Imagínate que el pintor fuera un Modigliani fruto del cruce de un Andy García-cubano-sabrosón y un Toulouse-Lautrec-parisino-bohemio. Después de ver la película seguro que cambias de idea, ya verás.
Pero ni con bromas. No sólo lo rechazaba, sino que encima criticaba que yo lo hiciera. Su vida cotidiana carecía de progresismo político, del más mínimo empujón hacia la independencia. No quiero decir que desnudarse sea revolucionario, que también, sino que utilizar tu cuerpo como mercancía por decisión propia y sin que ello repercuta en tu estatus social, es una forma de educar a la sociedad. ¿No vendemos nuestras ideas, nuestro arte y nuestra imagen? ¿Qué tiene de malo entonces enseñar el cuerpo como si fuera otra fuerza de trabajo más? ¿Por qué la decencia recae en lo mucho que enseñas las tetas en lugar de en cosas mucho más trascendentes, como en lo fiel que seas a tus amigos? Yo no pretendía ser una Friné contemporánea y obtener de mi belleza una absolución, pero sí algún tipo de retribución. Marta no lo entendía.
Hoy me he acordado de Modigliani y por eso también ha venido Marta a mi cabeza. Ha sido al ver Total Eclipse, una película sobre el tormento amoroso de Verlain y un Rimbaud interpretado por Leonado Dicaprio, del que me he enamorado incluso antes de ver Titanic. ¡Ah! Los enfant terribles siempre me han puesto: eso de que que se suban a la mesa ante la estupefacción de la hipócrita burguesía y se beban sus copas con chulería... sí, es el mismo recurso de siempre, pero, qué quieres que te diga, conmigo funciona.
Por otro lado, he decidido definitivamente deshacerme de ese Tarot de los Ángeles que, envuelto en seda, me ha otorgado durante años una seguridad naif que siempre negaré frente a mis amigos. Eso fue una broma que Marta me gastó el año pasado, y ahí están, muertas de risa, jeje. El hueco de la baraja de cartas lo ha ocupado un libro con olor a viejo y tapas blandengues pero con un nombre, no obstante, muy esperanzador: Perhapiness. Hoy he abierto una página al azar:
La noche- enorme
todo duerme
menos tu nombre
Y Marta ha vuelto a aparecer como cuando no puedes terminar de quitarte la suciedad incrustada de las uñas. Es cierto que muchas veces pensaba en ella, aunque nunca por la noche. La noche se presta más a la reflexión, al remordimiento, a los cantos de sirena reconfortantes. Pero no he podido evitar pensar en ese nombre que, aunque estático, había mutado radicalmente destruyendo un Todo indisoluble en el que confiaba. Ahora pronuncio su nombre y es inevitable que se adhiera de forma natural algún adjetivo, calificativo, despectivo. ¡Se ha convertido en un puzzle! Un puzzle desintegrado en muchas partes irreconciliables e incoherentes entre sí que se manifiestan libremente dependiendo del contexto en el que lo utilice. La Martaconfidente que me escuchó cuando estaba jodida choca con ese día en la playa en el que Martaquécínica escondió un machete -¿gore, eh?- tras ella mientras me hablaba de sus vacaciones. O con aquel día en el que pillé a Martaayquépena mendigando dinero en las salidas de emergencia de los favores. Aunque tengo que reconocer que Martalavíctima es el más recurrente, y eso que la del machete era ella.
Al final he cerrado el libro y me he dispuesto a dormir, no sin antes reñirme. Que dormirme con mal sabor de boca está mal, y más sin haber cenado. Y que tampoco está bien lo de enamorarse de cualquier persona que pasa y esperar cosas de ella. Ay, Helena, es que esto no puede seguir así, tienes que cambiar, tienes que dejar de creer en virtudes a los márgenes, no puedes culpar a los demás por no cumplir tus expectativas, y tienes que ser menos vaga, Helena: tienes que cambiar las sábanas, que no puede ser que te duermas todos los días con este olor a sexo por pereza a lavarlas.
La fuerza del orden masculino se descubre en el hecho de que prescinde de cualquier justificación: la visión androcéntrica se impone como neutra y no siente la necesidad de enunciarse en unos discursos capaces de legitimarla.
[Nota al pie:] Se observa a menudo que, tanto en la percepción social como en la lengua, el sexo masculino aparece como no marcado, neutro, por decirlo de algún modo, en relación al femenino, que está explícitamente caracterizado.
Un par de veces había intentado moverse, ocupar una posición libre, efectiva o no, en un tablero imaginario, pero su férrea voluntad se lo impedía. Igual que hay héroes de acción, hay gente como Sebastián que ve en la inacción un destello de heroicidad.
Hace un tiempo hablé de un video filtrado que mostraba cómo los soldados estadounidenses matan en Irak. El documento es de extrema dureza y realidad. Aún así, no es un texto aislado, ya que forma parte de la gran documentación filtrada que aporta Wikileaks: desde un confidencial en el que la CIA planifica los pasos que convencerán a Francia y Alemania de que deben apoyar la guerra contínua en Afganistán, hasta los documentos que clarifican cómo se afrontó la organización del Loveparade, festival en el que murieron unas 19 personas recientemente. Hay de todo. Entrando a la página te sientes como si fueras un detective de esos de sombrero y puro y entraras en un despacho lúgubre, con una llave robada previamente por la mujer fatal que te ayuda, y abrieras el primer cajón para encontrar un archivador en el que se puede leer: TOP SECRET. Pasas con nerviosismo las páginas hasta que encuentras lo que buscas, lo sacas, te lo metes en el bolsillo interno de la chaqueta, apagas el flexo de luz naranja que alumbraba el humo del cigarro y sales pitando con la recortada por delante. También está el género creado por Bukowski, en el que una voz omnipresente le diría al del sombrero: ¡que te pillo el culo, que te pillo el culo! Pero eso no viene a cuento ahora.
En realidad el único neo-detective aquí es Julian Assage, el fundador de Wikileaks. La CIA, el Pentágono y gobiernos varios deben de estar mordiéndose las uñas de la rabia que debe de dar no poder cogerle o cerrar la página de un chasquido. ¿Cómo entonces podrían seguir diciendo que invaden países para difundir, cual misionero bienintencionado, la democracia? Él es más listo, forma parte de una generación que ha sabido adaptarse con rapidez a los cambios tecnológicos y ha sabido utilizarlos en provecho. (Este es el fin de todos y cada uno de nosotros. Amén).
Para aprender, aquí va una entrevista a Assage en TED, página también 110% recomendable.
Un adelanto:
"La gente en Irak, la gente en Afganistán, ellos no necesitan ver el video. Ellos lo ven todos los días. El video no va a cambiar su opinión o percepción. Cambiará la opinión y percepción de la gente que está pagando para que el video no salga a la luz. Y esa es nuestra esperanza".
"Los hombres competentes no crean víctimas, cuidan de ellas. Y yo soy una persona combativa y no se me da bien cuidar, así que de alguna manera vigilar a los responsables criminales es cuidar de las víctimas."
Vuelve el insomnio, las horas muertas, el desierto sin mar. Vuelven los posos de café, True Blood, la desidia, la desconfianza, el caparazón. Vuelven como de puntillas, sin llamar a la puerta, colándose entre las sábanas. Todos. Vuelven todos menos las golondrinas, que, aunque oscuras, no son malas; y prueba de ello es que las oscuras golondrinas, a diferencia de los dragones de garganta o las serpientes estomacales, se agazapan tras el marco de la puerta, asomando siquiera una pluma, mientras protegen sus nidos medio temblando por miedo a que les pegue un tiro. Pobrecitas, todavía me pregunto por qué incluso lo intentaron.
21.8.10
Qué hay más salvaje que sentirte indefensa en brazos de quien dice ser cercanía. El antídoto: canciones sobre la lejanía; canciones para la lejanía.
Masticas, tragas, inicias el proceso digestivo y no sabes si habrá recompensa. En realidad no era un problema en sí sino una de estas situaciones cuya esencia cambia por completo y te empiezas a preguntar todo eso del origen y el objetivo: que qué hago aquí, qué quiero conseguir, ¿soy feliz? Todos esos rollos patateros que una adolescente debería tocar sólo de vez en cuando y si la película lo exige. En una situación así es difícil saber cómo actuar. Digo yo: si sabes cómo terminará, aunque cueste te esfuerzas para recibir eso, la recompensa. Pero si no, es mucho más difícil. Ya te digo. Igualmente, ser impulsiva siempre me ha ayudado.
Yo estaba allí sentada, sin mucha más aura que el humo del puro que Vicente fumaba y sin mucho más interés que el que me suscitaban los champiñones crudos de la ensalada. Ellos hablaban desde los sofás sobre la empresa, de que era mejor crear una Sociedad Anónima que una Sociedad Limitada porque claro, luego se podría unir David al negocio. Y a David lo necesitaban, porque era Dive Master. Yo pregunté, aprovechando un silencio de-intercambio-de-interlocutor, que cómo es posible que un no-socio, alguien que no ha puesto dinero en un principio para la creación de la empresa, pudiera entrar en la Sociedad Anónima. ¿Por qué no le contratáis y ya está? Pero el humo del puro vaciaba mi voz; tanto, que al parecer se disolvió con él. No me hicieron ni puto caso. Eeeeooooooo... Como hilo musical, ruido en la emisión más bien, el niño berreaba en los brazos de Puri, esposísima de Vicente. La técnica de combate masculina –fumar el puro– tampoco era un antídoto eficaz contra la juventud del retoño: el humo no mellaba las cuerdas vocales del berreador, así que su madre le llevó a la cuna, porque hay que dejarles llorar solos, que así aprenden. Ella intentaba darme conversación, algo así como acoplarse al plano que le corresponde, porque esas cosas de hombres y puros no eran de su incumbencia. Pero se le olvidaba que yo sólo tenía diecisiete y ningún hijo, no me gustaban los champiñones crudos y detestaba hablar de la decoración de la casa como un fin en sí mismo. Cuando hablas de la decoración es que pasas demasiado tiempo en casa, es algo lógico, y a mí, además de rehuirlo por cuestiones morales, me aburre soberanamente.
Pero Que no me olvide, me decían sus ojos de madre agobiada y mujer resignada, que no me olvide de que yo había ido en calidad de. Por/ de parte de/ gracias a? el pescatero de manos grandes y cuerpo pequeño que estaba ahí sentado, dándome la espalda, olvidándome en el tumulto de manteles de flores y chupetes esterilizados. Pero aún así yo entendía a Puri: había irrumpido en su hogar de pies de barro con una juventud que sólo les recordaba la pérdida, y eso jodía, jodía que ni siquiera intentara acoplarme al ambiente: ¡qué desfachatez! Esta niña, esta Lolita, esta... Pero, ¡oigan, escuchen ustedes! ¿Ni siquiera la diferencia de edad suponía un cambio cualitativo en ese tipo de ordenación parejil? Te invito a ti, y a tu señora o novia o hija o muñeca hinchable, ¡qué más da, mientras se siente y se calle! Ay, el mundo adulto se presentaba peor cuanto más cerca estaba.
Que no, que no sabía cómo actuar condescendientemente ni tenía interés en saberlo, y además me aburría la situación y me agobiaba la cara de ojeras y muecas de Puri, y el barrigón de Vicente, siempre inmóvil mientras decía ¡trae unas papitas!, y la indiferencia del pescatero, que de repente no era nada mío, porque yo ya había aprendido drásticamente que dos cuerpos se unen una noche sin que eso suponga que al día siguiente se reconozcan.
Frente a las situaciones que me aburren me pongo nerviosa, dejo de escuchar el sonido ambiente y me enzarzo en pensamientos que muchas veces llegan a un fin destructivo. Para los demás, claro, no para mí. Que no era una Lolita seductora ni una Lulú sumisa ni una enamoradiza Betty Blue; que no Puri, que me callo para que no me pidáis que calle, que tus ojos me apenan, y que si me aburro me voy. Así que me voy, me voy. Que en todo caso yo soy Anna Planeta, patronando un barco marxista por el Sena; o un hard candy, maltratándote psicológicamente; y me llamo Patricia, y te asesino a ti, Belmondo, pobre enamorado, en medio de la avenida. No, no quiero esperar a que termines. Me voy andando a casa, y que te vaya bonito, que hay demasiados cuerpos errantes en la noche como para encerrar el mío en convenciones y tópicos manidos.
Elders: Me pregunto cuáles son sus motivaciones psicológicas... M. Foucault: Puede preguntárselo, pero no es mi culpa.
(Durante un debate entre Noam Chomsky y Michel Foucault, organizado por el International Philosophers Project y conducido por el filósofo Fons Elders).